sábado, 28 de junio de 2014

Castro reta al fiscal a que le denuncie por prevaricación si se cree lo que escribe

El supuesto idilio profesional entre el juez José Castro y el fiscal Pedro Horrach parece definitivamente roto. El instructor del caso Nóos ha retado a la fiscalía a que presente una querella contra él por prevaricación, si es que realmente sostiene las afirmaciones sobre el juez que Horrach ha escrito en su recurso al procesamiento de la infanta Cristina.
"Creo que si el Ministerio fiscal cree lo que escribe, y habría que suponer que sí, lo que tiene que hacer es presentar, tenía que haberlo hecho ya, una querella contra mí por prevaricación", ha afirmado hoy el juez al llegar a los juzgados de Palma. A preguntas de los periodistas, Castro ha afirmado que el escrito de Horrach "contiene claras imputaciones de que yo he cometido un delito de prevaricación".
El magistrado ha indicado que el último escrito de Horrach y "otros muchos" anteriores contienen "expresiones de descrédito y falta de respeto" hacia su persona. Dice el instructor que la actuación del ministerio público "es legítima" aunque apostilló que la falta de imparcialidad también puede ser atribuible a un fiscal de la misma forma.
Castro y Horrach formaron durante años un duro dúo contra la corrupción que había campado en Baleares. Entre ambos hilvanaron con cientos de pruebas el caso Nóos, hasta destapar una trama de corrupción dirigida por Iñaki Urdangarin, esposo de la Infanta.
Mediante un duro recurso de 63 páginas, el fiscal recrimina a Castro haber llevado a cabo una instrucción "a la carta" y haber practicado investigaciones "contradictorias" en torno a la Infanta Cristina "a modo de encaje de bolillos".
El fiscal anticorrupción consideró que el juez José Castro manejó datos equívocos, “simples suposiciones” para “construir unos hechos con apariencia delictiva” con el objetivo predeterminado de imputar “a la carta” a la infanta Cristina de Borbón. Horrach afirmó que el juez relegó “los parámetros de imparcialidad, objetividad y congruencia”.
El fiscal dice que no hay base alguna para la incriminación de la Infanta y sostiene que la instrucción ha sido desarrollada “a la carta” por Castro, con un “trato discriminatorio”, en “una espiral inquisitiva”, “magnificando” datos desfavorables y “despreciando” otros exculpatorios.
Asimismo, critica que el magistrado haya hecho sobre la hermana del Rey Felipe VI "un juicio de valor basado en meras conjeturas: Doña Cristina de Borbón es culpable, no se sabe bien de qué, para a continuación emprender una intensa prospección para ver si se la pilla en un renuncio".
"Cuando el puerto de destino está determinado antes de iniciar la investigación, basado en meras conjeturas, contamina de tal forma la marcha exploratoria que la convierte en un itinerario inamovible, en el cual los parámetros de imparcialidad, objetividad y congruencia que deben presidir cualquier actuación judicial quedan relegados", subraya tajante Horrach, entre otras numerosas consideraciones y críticas hacia el juez.
El fiscal superior de Baleares, Bartomeu Barceló, ha defendido que el recurso presentado por el fiscal anticorrupción Pedro Horrach contra el auto de fin de instrucción del caso Nóos no falta al respeto al juez José Castro. "Son cuestiones que para argumentar se tienen que hacer", ha remarcado al respecto.
fuenteshttp://politica.elpais.com/politica/2014/06/27/actualidad/1403860683_992078.html

La cerrazón y el victimismo

Si se toma como referencia de la voluntad de los catalanes el contenido del Estatuto que aprobaron en referéndum, esa voluntad tendría encaje, en muy buena parte, en el modelo territorial español sin necesidad de modificar la Constitución, aunque adoptando determinadas medidas que lo hicieran posible.
En otra parte, sin embargo, sería necesario acometer reformas constitucionales para dar acogida a tal voluntad.
Si eso es así, como lo han puesto de manifiesto muchos expertos, quienes pongan obstáculos a buscar soluciones al pleno despliegue y reconocimiento de esa voluntad de los ciudadanos de Cataluña, deberán reconsiderar sus posiciones si pretenden seguir hablando en su nombre o en el de los intereses de España.
Es verdad que en Cataluña se votó sobre la base de la firme creencia de que el Estatuto respetaba la Constitución y no en la creencia de que era contrario a ella, pero esa fue, en cualquier caso, la voluntad manifestada. Sin embargo el Tribunal Constitucional no habría hecho otra cosa, en esencia y sin entrar en disquisiciones técnicas, que cumplir con su tarea de ser guardián de nuestra norma suprema que se quería modificar por la puerta de atrás sin seguir los procedimientos para ello.
La cuestión, en el momento actual, consiste en saber si lo que el Tribunal dijo que no cabía en la Constitución puede encontrar pleno reconocimiento, respetándola, pero por otras vías que no sean el Estatuto mismo. Y si, en el caso de que hubiera aspectos que no pueden ser reconocidos en el marco constitucional actual, pueden encontrar acogida con determinadas reformas constitucionales.
En definitiva si esa voluntad expresada en aquel referéndum puede quedar restablecida y reintegrada mediante la reforma constitucional y/o por otras vías.
La respuesta jurídico constitucional es que sí. En tal caso los enemigosa priori de buscar esa solución tendrían que reconsiderar sus posiciones y dejar de hablar en nombre de Cataluña o de España.
Y los enemigos son la cerrazón y el victimismo; por sí mismos y en su mutua retroalimentación.
La cerrazón de quienes no quieren cambiar nada y el victimismo de quienes han decidido que ya se ha pasado el tiempo de buscar soluciones en el marco de un Estado común, dadas la numerosas y supuestas afrentas recibidas. Los argumentos de unos y otros retroalimentan el problema sin buscar soluciones.
Lo cierto es que el modelo territorial español, con determinados cambios en la Constitución y con otros cambios normativos, permite dar acogida a aquella voluntad del pueblo de Cataluña, sin trastocar ni hacer inviable la esencia misma del modelo territorial constitucional.
En efecto, nuestro modelo es desde el principio flexible, ya que permite adaptarse a las circunstancias peculiares de cada territorio, sin que ello sea contrario a la Constitución y menos aún a su espíritu. Permite, por tanto, peculiaridades siempre que se respete la solidaridad entre Comunidades y se proscriban privilegios.
Nuestro modelo es flexible y permite peculiaridades si se respeta la solidaridad
Permite y obliga al respeto a una autonomía política sustancial y real de las Comunidades que les permita desarrollar políticas propias. Permite y obliga, también, al respeto de la existencia de un Estado central con las competencias necesarias para asegurar determinadas funciones, existentes en cualquier Estado federal, y, entre ellas, la garantía de las condiciones básicas que garanticen la igualdad y la existencia de mecanismos a disposición del Estado que aseguren la eventual unidad de mercado.
Esas son las líneas rojas de nuestra Constitución, que son también las de cualquier Estado federal.
No es cuestión de entrar aquí en el detalle de muchos de los aspectos que fueron anulados, reinterpretados o matizados por el Tribunal Constitucional en su sentencia sobre el Estatuto, pero sí podría señalarse que muchos de los anulados o reinterpretados son asumibles sin mayores problemas, incluso sin reformas constitucionales.
En efecto, una parte de las quejas vinculadas con temas económicos (principio de ordinalidad, esfuerzo fiscal, etc.) esgrimidas por parte de algunos partidos políticos catalanes, están en muy buena medida en la base de la extensión de los sentimientos de frustración que se han propiciado en Cataluña. Las soluciones que el Estatuto daba a esas cuestiones económicas (en definitiva los mecanismos de solución que la voluntad del pueblo de Cataluña ratificó) o fueron anuladas o fueron reinterpretadas por la Sentencia del TC. Y, sin embargo, muchas de esas soluciones no dejan de ser razonables en su fondo.
En realidad no fueron anuladas o reinterpretadas por lo que disponían, sino por el hecho de estar contenidas en el Estatuto de una Comunidad, pero con voluntad de imponerse al Estado y a todas las demás Comunidades. De esa forma una norma estatutaria que sólo era para Cataluña, pretendía erigirse en norma para todas las demás Comunidades Autónoma que no habían participado en su aprobación, pero que quedaban condicionadas por lo allí dispuesto.
En esas materias, bien importantes por cierto, no existiría el menor obstáculo, ahora, para que se recogieran con carácter general para todas las comunidades autónomas. Pero no en un Estatuto, sino en normas generales para todos; y en cuya elaboración todos participasen. Tampoco, desde luego, para que se llevarán como principios al propio texto constitucional.
También podrían llevarse al propio texto constitucional otras reformas que subrayasen y concretasen la lógica federal que late en el modelo español, pero que no ha encontrado feliz expresión en el mismo. El Senado como Cámara de representación territorial sería una de ellas, siempre que tal Senado responda a un modelo donde los Ejecutivos autonómicos sean los representantes de los territorios. La atribución de competencias residuales a las Comunidades autónomas en todas aquellas materias no reservadas al Estado podría ser otra reforma. Se trata sólo de algunos ejemplos de reformas que podrían hacerse.
Una norma estatutaria de una Comunidad pretendía erigirse en norma para todas las demás
No puede negarse que esos rasgos federalizantes pueden, y probablemente deben, convivir con otros rasgos más propios del modelo autonómico. Modelo que frente a una idea igualitaria de todas las partes, propia de los Estados federales, permitía, y aún propiciaba, algunas diferencias entre esas partes, siempre que no afectasen a la solidaridad y a la igualdad básica.
Alguna reflexión final debe hacerse sobre la reforma misma de la Constitución cualquiera que pueda ser su contenido. Desde luego sería necesario el acuerdo no sólo con los partidos nacionalistas que propugnan un ajuste del marco territorial, sino también entre los partidos con implantación estatal y, muy especialmente, entre los dos grandes partidos.
En segundo lugar está la cuestión de hasta que punto puede iniciarse un proceso de reforma constitucional si los partidos nacionalistas sólo se dan por satisfechos con la independencia o con un reconocimiento del derecho a la autodeterminación. O si algunos sectores del partido en el gobierno lo que propugnan es una recentralización del Estado de las autonomías.
En esas condiciones la cerrazón y el victimismo son los enemigos de la voluntad del pueblo español y del pueblo de Cataluña.
Estamos en un momento relevante en que los Gobiernos —y los políticos de todo el arco parlamentario y de todos los territorios— deberían tener en cuenta varias cosas para abrir o no un proceso de reforma constitucional. En primer lugar, si la negativa a abrir el proceso de reforma —por razón de su supuesta inutilidad por quedarse pequeña para las aspiraciones nacionalistas, por ejemplo— puede de alguna forma contribuir a rebajar las tensiones existentes en el momento actual o, más bien al contrario, las aumenta. En segundo lugar habrá que valorar hasta qué punto abrir el debate sobre la reforma sí supondría abrir un escenario nuevo —una atmósfera nueva— en el que tal vez fuera posible llegar a acuerdos que hoy parecen imposibles.
El modelo territorial español permite muchas soluciones y ante esa realidad no podemos esperar sentados a que las cosas empeoren sin decir alto y claro que las voluntades de Cataluña y España pueden encajar en nuestro marco constitucional y que todas las partes están obligadas a buscar soluciones que en principio están al alcance de la mano.
Tomas de la Quadra-Salcedo Fernández del Castillo es catedrático de la Universidad Carlos III y autor del informe de la Fundación Alternativas El modelo territorial español 35 años después.
fuenteshttp://elpais.com/elpais/2014/06/25/opinion/1403721211_879382.html


Despedidos, pero tributando

Hay un cambio muy sorprendente en la mal llamada reforma fiscal: la tributación a la que desde ahora se someterá a las indemnizaciones por despido improcedente. El argumento empleado por el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, es sencillo. Se persigue acabar con “el abuso de la utilización” de esta fórmula, evitando pactos entre empresas y trabajadores que sorteen la legalidad.
Si ese es el motivo, la decisión quizá encajaría mejor en el marco de una ofensiva omnicomprensiva contra el fraude fiscal. Pero esta reforma es justamente muy poco reformista precisamente, entre otras razones, porque está casi ayuna de medidas antifraude, salvo el anuncio de la publicación de la lista de morosos fiscales (de dudosa eficacia y compleja juridicidad) y la (más acertada) ampliación del plazo —de 12 a 18 meses— para la finalización de las inspecciones tributarias.
Las indemnizaciones laborales aportarán muy poco más de mil millones
De forma que la evasión fiscal seguirá contándose por decenas de miles de millones de euros (70.000 millones, según el Círculo de Empresarios). Mientras que, en el mejor de los casos, si todos los despidos tributaran al completo, la recaudación adicional apenas superaría los mil millones. O sea, la medida carece de una razón de potencia recaudatoria.
Además, puede contradecir el objetivo esencial, aunque tácito, de la reforma laboral, que era facilitar y abaratar el despido. En la medida en que las indemnizaciones tributen, probablemente disminuya el número de despidos improcedentes o se produzca una presión social para trasladar a las empresas su impacto fiscal, o ambas cosas a la vez. Y resulta chocante que una renta no buscada —a diferencia de un sueldo o de unos dividendos— resulte sometida a tributación. Existen sin embargo algunos argumentos en favor de la fiscalización de ese tipo de ingresos.
Uno es que ya venían tributando, pero a partir de límites infrecuentes, derivados de indemnizaciones superiores a los 45 días por año trabajado. Dos, que las Haciendas vasca y navarra los gravan desde 1993, aunque solo desde una cuantía de 180.000 euros (y no de 20.000, como ahora en la España no foral). Tres, que ocurre algo parecido con bastantes países europeos.
Es verdad que las cantidades exentas son significativas. Las indemnizaciones (contando 33 días por año con un año de antigüedad) correspondientes a salarios anuales de 50.000 euros quedan sin tributar en un 54,55%; las de sueldos superiores a 100.000, en un 21,82%; y las de salarios superiores a 150.000 euros, en un 14,54%. Como se consideran renta irregular —generada en varios años— cotizan al tipo marginal máximo, hasta el 45%, pero tienen una reducción del 40% si se cobran el primer año. Aún así, se trata de un porcentaje considerable, porque a la desgracia de perder el empleo, se le añade el castigo de quedarse con una indemnización muy mermada.
La medida puede contradecir el objetivo esencial, aunque tácito, de la reforma laboral, que era facilitar y abaratar el despido
Desde una óptica global, no haber reforzado la lucha contra el fraude es el peor agujero de esta mini-reforma, según el criterio de equidad, porque la enorme bolsa de los que no pagan actúa de forma antiredistributiva contra los cumplidores. No lo equilibra la rebaja fiscal aplicada a las rentas más bajas, porque también se reducen las más altas y porque perdura el abismo entre las del trabajo y las del capital.
A lo que se suman más chirridos: se contrae la reducción general a las rentas del trabajo (de 2.652 a 2.000 euros), mientras las plusvalías en principio más especulativas, las generadas a corto plazo (menos de un año), ya no tributarán al tipo del contribuyente (con frecuencia, el más alto) y se equiparan, a la baja, con las demás.
fuenteshttp://economia.elpais.com/economia/2014/06/25/actualidad/1403723624_836480.html

Socorro real

La anormalidad de la historia de España se acabó hace mucho tiempo pero a veces parece resonar la nostalgia de las épocas heroicas, cuando un rey se ganaba el puesto reventando un golpe de Estado. La izquierda en particular ha digerido cavilosa y desengañada la rutina de una democracia constitucional donde un rey actúa nada más que como jefe de un Estado de un país normal tras una abdicación que no lo ha sido (quizá sí en sus causas naturales pero menos en otras imaginables). Y un rey constitucional en un país normal no dice lo que quiere decir sino lo que el gobierno quiere o tolera que diga.
Esperar otra cosa es hacerse trampas al solitario y sobre todo significa descargar a nuestros políticos de su responsabilidad directa en el bloqueo institucional, el desprestigio del Estado y la extensión abrumadora de la mancha. El discurso oxigenador y resolutivo que no hemos escuchado jamás a Rajoy lo esperábamos paradójicamente del Rey. El discurso duro y autocrítico, programático y rotundo que no hemos oído de Rubalcaba esperábamos escucharlo de un rey con las funciones tasadas.
Artur Mas ha echado de menos en el Rey el reduccionismo populista que ilumina sus propios discursos pero nadie le ha oído nada convincente o articulado sobre su sentido de Estado, sobre una crisis ya no económica sino social, sobre la impotencia de unas clases medias cada día más empobrecidas.
Quizá hubo algo más. Lo que no estuvo me parece tan importante como lo que sí estuvo. No coqueteó con la ocurrencia de un gobierno de concentración de las dos fuerzas mayoritarias ni favoreció el menor signo de recentralización, como sí se ha oído en otras altas autoridades.
Será que todos somos ya tan y tan subversivos que hemos tomado solo como retórica cortés algo que no lo es: se puso con Cervantes a la altura de sus ciudadanos y se emplazó a sí mismo a ganarse la “autoridad moral” que hoy no tiene.
La actitud del rey contenía una recatada petición de auxilio a la clase política antes que hoja de ruta alguna con instrucciones sobre lo que los ciudadanos y los políticos debemos o no debemos hacer. Lo que no puede hacer él es lo que pueden hacer los grandes partidos: la única fuente de legitimidad de que dispone nace de la política parlamentaria. Quizá por eso habló más de sus obligaciones que de nuestros deberes: de la exigencia de transparencia (como lo sería explicar en la web de la casa Real el coste económico de la proclamación), de propiciar la pedagogía de la diversidad (imagino que este 26 de junio habrá pronunciado su discurso de Girona en catalán, con alguna respetuosa concesión al castellano) y de centrar la atención política en reducir el número de ciudadanos rebajados a la humillación de ser parados inútiles.
No es nada del otro mundo pero no está mal. No, no habló el 19 de junio en catalán ni en gallego ni en vasco, e hizo mal, pero mal comienzo el de un rey que se otorga el privilegio de hablar en el parlamento en otra lengua que el castellano cuando a los demás se les ha prohibido una y otra vez hacerlo. También podía haber dicho que su idea de futuro pasa por una monarquía federal, pero hubiésemos creído que, a las primeras de cambio, se le había subido la corona a la cabeza.
La petición de auxilio que yo leo en ese discurso es un SOS político. La izquierda tiene ahí un pretexto para propiciar con la valentía y la claridad que hoy falta el debate sobre las reformas constitucionales que la salven a ella misma, que la adapten al siglo XXI, que desmonten la actual protección de mayorías estabilizadoras a través de la ley d'Hont y tantas otras leyes hoy desfasadas o directamente cómplices de la corrupción: planes visibles y pasos concretos. Su crédito lo ha de ganar ella sola, incluida la aspiración republicana: la única ratificación creíble de un rey parlamentario pasa por las urnas, y el primero que sin duda lo sabe es el propio rey. También entendí eso, porque además le va la vida en ello.
Yo vi a un hombre de mi edad asumiendo su papel en el teatro político, dispuesto a respaldar una actitud reformista para ganarse la autoridad moral que hoy no tiene, la legitimidad democrática que necesita e incluso la credibilidad política ante una Cataluña desengañada del Estado de las Autonomías.
Si no se tratase del Rey, diría que vi a un hombre pidiendo un flotador político al que cogerse, por mucho que lo escriba alguien que probablemente votaría por la República en cuanto este mismo rey respaldase un referéndum sobre la forma del Estado en el contexto de una Constitución reformada y actualizada al siglo XXI. ¿Será el rey el obstáculo primero de una reforma constitucional o su principal instigador? El SOS solemne del día 19 tenía forma de reforma política.
Jordi Gràcia es profesor y ensayista.
fuenteshttp://ccaa.elpais.com/ccaa/2014/06/25/catalunya/1403727670_794687.html

Cuéntame cómo te ha ido

Tenemos palabra nueva, populismo, y va a servir para un roto y para un descosido. Como reza un viejo dicho inglés, si le das un martillo a un niño pensará que todo lo que ve se parece a un clavo. Las consecuencias del destrozo van a ser, como siempre, previsiblemente imprevisibles.
Va a ser complicado criticar el populismo ya que los medios, lejos de haber actuado de filtro, se sirven de él cuando les conviene o se lo mandan. El arrollador fervor monárquico de los últimos días es solo un botón de muestra. El bombardeo de propaganda ha sido tan intenso que no es extraño que nadie se crea las posibles verdades: para poder sobrevivir hemos tenido que pasar del escepticismo moderado a la desconfianza más feroz sin tener tiempo de hacer una reconstrucción crítica y democrática de los hechos. No nos tomen por tontos, escandalizarse hoy con el último populismo después de vivir los de las últimas décadas sería ridículo.
Se han falseado las realidades de la fortaleza económica, del respeto institucional, de la diversidad cultural, del nivel de calidad de nuestra democracia y de la posibilidad real de participar en ella. Se nos ha mentido con tanta frecuencia y sobre tantas cosas que ningún partido, medio, gobierno o institución tiene suficiente legitimidad para acusar a nadie de populista.
Herencia del de la dictadura y utilísimo, desde 1982 hasta aquí, hemos tenido un populismo normalizado, incrustado en el día a día y, eso sí, como siempre, controlado desde arriba. El populismo que molesta es el que no se acaba de controlar y si algo no se puede controlar, acaba siendo calificado de populista.
El populismo siempre son los demás. El gobierno del PSOE de los ochenta lo utilizó constantemente, Convergència se jactaba hasta no hace mucho de ser un movimiento más que un partido y Aznar subió al poder en los noventa azuzando las bajas pasiones con lo de “paro, terrorismo y corrupción”. Aumentó, además, con el visto bueno de todo lo fáctico y de una oposición que tan servil al Ibex como el propio Gobierno, el populismo económico y moral de la cultura del pelotazo, asignatura obligatoria en la vida de cada español. De construir puentes aunque no haya ríos hemos pasado a construir vías y poner trenes aunque no haya gente. No debería visitarse una hemeroteca sin llevar un par de copas en el cuerpo: volverán a leer que Zapatero regaló en vísperas de las elecciones de 2008 cuatrocientos euros a cada contribuyente. La medida se acabó en 2009.
Calificar como populista el programa económico de Podemos es poner el nivel muy alto. Puede que lo sea pero, entonces, ¿qué calificativo merecen las actuaciones de los anteriores gobiernos? ¿Y de las instituciones que tenían que vigilarlos? ¿Cómo quieren que la gente se asuste con el fantasma de la extrema izquierda, la extrema derecha o el extremo centro populista si los partidos mayoritarios han permitido que la empobrecieran sin misericordia?
Puede que sea populista decir que se ha estado saqueando a la clase media hasta dejarla sin perspectivas claras de futuro, pero no por ello deja de ser verdad. No es más populista el discurso de ocupación de viviendas que el de aquella propaganda de bancos y gobiernos, el que promocionaba el ladrillo con el lema de la inversión segura y el enriquecimiento rápido. Eso es como ser campeones del mundo en Sudáfrica y volver con la cabeza gacha de Brasil.
Puede que el punto de inflexión lo haya marcado la ceremonia de proclamación de Felipe VI. Durante dos semanas asistimos atónitos a un alud de información melosa y pastosa sobre la monarquía, infoxicación que evitaba los puntos más controvertidos, por supuesto, el patrimonio del monarca, sus relaciones sentimentales y financieras. Son secretos a voces que los medios no publican pero que llenan las redes sociales. Pues bien, a pesar de la cobertura mediática, política e institucional las calles de Madrid estaban vacías. La desconexión empieza a ser algo más que una evidencia: se puede movilizar un gentío enorme en una sucursal bancaria a través de la red pero, qué raro, no se consigue esa misma imagen con un nuevo rey, que se pasea condecorado y en Rolls Royce.
Es cierto que el reverso lo ofrecen las soluciones mágicas que aparecen de vez en cuando, la tasa Tobin, Islandia, la salida de la Unión Europea, el sueldo mínimo o el impago de la deuda: si suena fácil, no es verdad. Los bellos discursos y la pureza ideológica extrema tienen un recorrido tan corto como el de algunas mentes que los escriben, pero los errores de unos no redimen los de los otros. No es que haya más populismo, lo que sucede es que por primera vez en mucho tiempo cada cual tiene derecho a tener el suyo, el de los votos contra el Estatut, el monárquico, el del PER, el de la independencia, el del salario mínimo para todos… El populismo ha implosionado y se ha repartido un poco más equitativamente. Quizás sea un primer paso para salir de la desconfianza feroz, recuperar un escepticismo que no sea cínico y esperar así cierta reconstrucción democrática.
Hasta eso suena populista.
Francesc Serés es escritor.
fuenteshttp://ccaa.elpais.com/ccaa/2014/06/25/catalunya/1403727450_979134.html

¿Cuándo empezó todo esto?

El debate Monarquía-República es el que faltaba para enredar un poco más la madeja de falsos problemas que, desde hace demasiado tiempo, ocupan a la opinión pública española y que, me temo, no son fiel reflejo de aquello que preocupa realmente a los ciudadanos. Así lo expresaba hace pocos días El Roto en una de sus viñetas. La imagen estaba ocupada por un pobre parado al que le preguntaban: “Qué prefieres, ¿Monarquía parlamentaria o República?” Y, secamente, contestó: “Un trabajo”. En efecto, hace años que el debate entre partidos es sumamente irreal e ineficaz, vacío de contenido, que por encima de todo sólo intenta atraer posibles votantes. Las posiciones republicanas de ciertos partidos a la izquierda del PSOE sólo demuestran su impotencia para encontrar líneas de actuación creíbles y realistas de acuerdo con su ideario político. Para disimular esta impotencia recurren a un talismán: la República. Como si estuviéramos en 1931. Penoso.
Pero, ¿cuándo empezó esta controversia políticamente estéril? A mi modo de ver, fue a mediados de los años noventa con los dos grandes partidos como protagonistas. Primero, el PP intentó convencernos de que el PSOE era un partido esencialmente corrupto. “Váyase, señor González”, como único argumento, ¿recuerdan? Pero, segundo, tampoco el PSOE fue manco a la hora de acusar vanamente. Sin más justificación, acusó al PP de ser un partido franquista y así había que tratarle. El doberman, ¿recuerdan?
Naturalmente, ni los socialistas eran una panda de corruptos, ni el PP era franquista. Uno era el centroizquierda y el otro el centroderecha. Algo normal, reflejo de la sociedad. Pero se intentaba descalificar al adversario y convertirlo en enemigo. Ambos olvidaban que una democracia, si quiere ser eficaz, consiste en un sistema de diálogos que deben conducir a numerosos puntos de confluencia.
Así empezó el deterioro de nuestra democracia. Los partidos colonizaron todos los poderes, incluso los que por su naturaleza debieran ser independientes: eran enemigos. Con razón se dice que el Rey, según la Constitución, no tiene poderes y la responsabilidad de la acción política está en las instituciones y en los partidos que las dirigen. Pero el Rey, también según la Constitución, arbitra y modera el funcionamiento regular de estas instituciones. No tiene poderes pero tiene funciones.
Quizás la más urgente tarea que le aguarda a Felipe VI sea restablecer la normalidad del funcionamiento de estas instituciones advirtiendo a los partidos que son adversarios, no enemigos, que sus disputas deben versar sobre actuaciones políticas concretas, no sobre juicios de intenciones. Que el franquismo se acabó hace ya mucho tiempo y que de los ladrones se encargan la policía y los jueces.
fuenteshttp://politica.elpais.com/politica/2014/06/24/actualidad/1403629660_251432.html

Agenda Europea del Crecimiento

La Agenda Europea del Crecimiento es uno de los conceptos que los líderes y altos funcionarios europeos no paran de repetir, pero que está vacío de contenidos. De hecho, desde que se comenzó a usar, la Eurozona ha padecido una segunda recesión sin que la gobernanza europea haya podido concretar una agenda con un plan para sacar a Europa de la depresión, como hizo Obama en 2009 en EE UU.
La democracia permite que cada cinco años se abra una nueva partida y que cambien los equilibrios de poder y el resultado es determinante para la economía de los ciudadanos y, sobre todo, para el desempleo. El PP europeo ha vuelto a ganar las elecciones, como en los últimos 15 años, pero esta vez por una diferencia mínima con los socialistas. Ambas fuerzas suman algo más de la mitad de los escaños del Parlamento. El resto se ha segmentado más que en elecciones anteriores con partidos en los extremos derecho e izquierdo.
Los socialistas conscientes de la debilidad del PP europeo, amplificada por el chantaje de Cameron de vetar a Juncker, han aprovechado para concretar una agenda del crecimiento con su programa electoral. Para pactar las sillas claves piden desmontar el andamiaje que Merkel ha construido desde 2010 para imponer el austericidio. Piden sacar los gastos en I+D+i y ligarlos al largo plazo del cálculo de ajuste fiscal estructural. Piden un Plan Marshall asociado a la Agenda 2020 de 200.000 millones anuales. Teniendo en cuenta el elevado multiplicador de las inversiones, supondría un incremento adicional del PIB y el empleo europeo superior al 1% anual. La palabra eurobono en Alemania es pecado.
Pero los socialistas hábilmente piden que el plan se financie con deuda y que la nueva Comisión haga la propuesta concreta del plan de financiación. Y piden un pacto social para atender a los europeos más castigados por esta crisis, especialmente a los desempleados de larga duración. Faltaría exigir evitar la sobrevaloración del euro para incluir al BCE en la agenda. Sigmar Gabriel, ministro de Economía y líder del SPD en Alemania, ha apoyado el plan y Merkel le ha acusado de querer que sean los contribuyentes alemanes los que acaben pagando. Pasan las elecciones y la líder alemana se quita la careta más amable de los últimos meses y vuelve a ser la de siempre.
Para España el plan sería clave. Nuestra economía sigue con deflactor de precios negativos y crecimientos nominales anémicos, lo cual imposibilita cerrar el déficit público y estabilizar la deuda pública y privada. Esto sería un plan de estímulo fiscal que no pondría en riesgo nuestra deuda pública y la estabilidad financiera. Se podría usar para evitar la ruina de nuestro sector de I+D+i. Para aprobar un plan de rehabilitación de viviendas que mejore su eficiencia energética y que generaría cientos de miles de empleos. Para cerrar la interconexión con Francia y que España deje ser una isla energética, etcétera.
Rajoy, mientras en Bruselas se jugaba la partida clave, estaba en Guinea. Además, va en el equipo de Merkel que defiende los intereses de Alemania, que son muy perjudiciales para España. Veremos cómo juega sus cartas, pero todo apunta a que España perderá aún más influencia en Bruselas, igual que perdió la silla del BCE en 2012 por presentar un candidato perdedor.
fuenteshttp://economia.elpais.com/economia/2014/06/26/actualidad/1403811703_009977.html

Extremistas

Después de las elecciones europeas, me quedé muy preocupado cuando Pedro Arriola declaró con la solemnidad propia de infalible gurú: “Aquí tenemos todos los frikis del mundo”. No lo decía un portavoz de campaña despechado por los resultados, sino un prestigioso oteador social, el gran ojo panóptico que todo lo ve, y asesor y guía del Gobierno. Todos los medios interpretaron que era una alusión a los votantes de Podemos. En una intervención más reciente, el presidente del Gobierno se refirió en el Congreso a la peligrosa proliferación de “extremistas” y “radicales”. También en este caso los medios consideraron que el señor Rajoy aludía a quienes ejercieron la desobediencia civil electoral. Creo que los medios se equivocaron en uno y otro caso. Después de un minucioso análisis, por el método deconstructivo parisino de Jacques Derrida, también conocido como retranca de Pontevedra, he llegado a la conclusión de que en realidad se trata de mensajes crípticos dirigidos a informar sobre la situación en las propias filas. Tanto el asesor como el presidente practican en ambos casos la llamada elocuencia inversa. En el caso de Arriola, seguramente se refería a comportamientos estrafalarios, como la odisea carrilera de Esperanza Aguirre, que tuvieron un efecto nefasto en el electorado. Por lo que respecta al presidente, es muy probable que a la hora de aludir a “extremistas” estuviese pensando en alguno de sus ministros, como el de Justicia, señor Gallardón, empeñado en una regresión medieval con la legislación sobre la interrupción del embarazo. En cuanto a “radicales”, no hay duda de que el señor Rajoy se refería, entre otros, al titular de Interior por sus declaraciones acongojantes sobre Cataluña. Aunque para friki, extremista y radical, aquí tenemos al colega Obiang.
 fuenteshttp://elpais.com/elpais/2014/06/27/opinion/1403890658_661949.html

Hacienda, contra la investigación

Son conocidos los recortes que han sufrido los presupuestos de investigación en España en los últimos años. Algo menos conocidos son los obstáculos que, sistemáticamente, pone el Ministerio de Hacienda a que los fondos asignados presupuestariamente puedan ser ejecutados; por ejemplo, retrasando la salida de convocatorias o reduciendo su financiación prevista. Pero lo que probablemente es desconocido para la mayoría de los ciudadanos es el acoso al que, desde hace varios años y con finalidad recaudatoria, Hacienda somete a los investigadores, tratándonos casi como a presuntos delincuentes, y exigiéndonos, con muchos años de retraso, otra justificación adicional de nuestros gastos.
Vaya por delante que uno de los principios que asumimos los investigadores es el rendimiento de cuentas y la evaluación. Somos evaluados continuamente, y lo consideramos adecuado y positivo. En particular, como receptores de dinero público, estamos absolutamente de acuerdo en que los gastos que realizamos tengan que ser justificados y fiscalizados y asumimos que hemos de dedicar una parte de nuestro tiempo de trabajo a actividades administrativas. De hecho, cuando un grupo de investigación recibe financiación para la realización de un proyecto científico, normalmente de tres años de duración, se compromete a presentar anualmente un informe técnico del trabajo realizado y un informe económico describiendo todos los gastos en que se ha incurrido. Habitualmente, estos gastos cubren la compra de libros y equipos de laboratorio, los viajes de trabajo, la inscripción a congresos y la contratación de personal. Evidentemente, estos informes han de ser evaluados positivamente para que el proyecto pueda continuar. Además, al finalizar el proyecto, hemos de realizar un informe final académico y económico para que el proyecto sea evaluado en su conjunto. Si esta evaluación no fuera positiva, se podría dar el caso de tener que devolver total o parcialmente la financiación recibida.
Pero, adicionalmente, desde hace unos años, el Ministerio de Hacienda, a través de empresas contratadas con este fin, somete a los proyectos a auditorías varios años después de su terminación. Estas empresas analizan los gastos realizados en cada proyecto y piden que se justifiquen los que consideran dudosos. En caso de que alguna justificación sea considerada inadecuada, se exige al centro de investigación que retorne ese dinero con intereses de demora. La realidad es que estas empresas parecen ignorar los informes existentes y piden que se justifiquen por segunda vez un porcentaje altísimo de los gastos realizados. Imaginamos que, en lugar de analizar cada gasto basándose en los informes previos, les cuesta menos pedir que se justifique todo de nuevo. Como estas empresas van a comisión sobre el dinero retornado, así maximizarán la ganancia con un trabajo mínimo por su parte, pero con un coste altísimo en personal y tiempo para los centros.
Empresas contratadas por Hacienda auditan los proyectos varios años después de terminados
Veamos un ejemplo representativo real. En un proyecto (de tamaño medio/pequeño) financiado con unos 110.000 euros, se pide que se vuelvan a justificar gastos por casi 100.000 euros. El número total de justificaciones que se solicitan para este proyecto es de casi 200, incluso de cantidades de 2,92 euros. Además, en algunos casos, la descripción que se hace del gasto es casi insultante para el investigador acusado; por ejemplo, un gasto es tildado de “personalísimo”, cuando en realidad se trata de la inscripción de un doctorando a un seminario de formación avanzada, lo que indica el nulo conocimiento del auditor del marco universitario.
El ejemplo anterior pertenece a una remesa de más de 80 proyectos a justificar recibida a principios de año en la Universitat Politècnica de Catalunya-BarcelonaTech (UPC). Se trata de proyectos cuyos gastos se realizaron entre 2007 y 2009. Según las estimaciones de la unidad de gestión de la investigación de la UPC, esta debía dedicar 3.525 horas de trabajo a esta tarea (si para cada proyecto se pide que se justifiquen 200 gastos, se tendrán que elaborar más de 16.000 informes distintos). Como consecuencia, esta unidad ha quedado saturada de trabajo durante semanas. A ello, evidentemente, hay que sumar las muchas horas que también han tenido que dedicar los investigadores responsables de los proyectos.
Al final, después de un proceso que puede durar varios años, en el que habrá que hacer nuevas alegaciones y justificaciones, el ministerio exculpará unos dos tercios de los proyectos auditados (insistimos, proyectos ya justificados reglamentariamente) y pedirá la devolución de una parte de los gastos del tercio restante. Esto no quiere decir que esos gastos representen ningún tipo de malversación. En muchos casos, el problema se deberá a la aplicación de criterios más restrictivos del gasto que no existían cuando se aprobó el proyecto. Como consecuencia, muchos centros puede que acaben recurriendo a los tribunales para evitar un expolio que consideran arbitrario.
Las dobles auditorías consumen el poco dinero disponible en los centros
En cualquier caso, el coste que habrá supuesto todo este proceso para un centro de investigación será muy superior al dinero recuperado por Hacienda. Calculen ustedes el coste en personal y horas dedicadas a estos ejercicios contables, dinero que en lugar de usarse para fomentar la investigación o formar investigadores sirve para pagar esas auditoras.
La política que está siguiendo el Gobierno en materia de investigación está sumiendo a la comunidad investigadora en el desánimo. Pero estas auditorías lo que están generando es indignación: no basta con que nos recorten los fondos o que se esté perdiendo una generación de investigadores; además es necesario acosar a los investigadores y a sus centros como si todos fuéramos corruptos y defraudadores. El sistema de ciencia español tiene que destinar el poco dinero disponible en financiar la investigación y la formación y no en duplicar auditorías. Si en los proyectos europeos también somos auditados y los costes y metodologías son radicalmente diferentes, ¿por qué sufrir innecesariamente en los proyectos españoles?
Fernando Orejas es vicerrector de Política de Investigación en la Universitat Politècnica de Catalunya-BarcelonaTech. Firman también este artículo Lluís Tort, vicerrector de Proyectos Estratégicos y Planificación en la Universitat Autònoma de Barcelona; Jordi Freixenet, vicerrector de Investigación en la Universitat de Girona, yMaría Paz Suárez, vicerrectora de Investigación y Campus de Excelencia Internacional en la Universidad de Oviedo.
fuenteshttp://elpais.com/elpais/2014/06/27/opinion/1403892056_545371.html

Pequeña crónica de una coronación

También la monarquía, a juzgar por el barullo que se ha organizado estos días, tiene su discreto encanto, como aquella burguesía de que habló Luis Buñuel. Veamos en qué consiste. Una familia es elegida por un poder misterioso para representar a un pueblo, que asume mansamente este designio fuera de toda justificación racional. En otro tiempo, tal poder dimanaba de la divinidad. Algo así como si Dios mismo eligiera a una familia especial para poner un poco de sensatez en ese caos que es la vida del hombre en el mundo. Con la llegada de las democracias modernas son los ciudadanos los que eligen a sus gobernantes a través del sufragio. La vieja idea de una familia sagrada no debería tener cabida en este nuevo orden y sin embargo algunos países se empeñan en conservarla sin que por eso, y esto es lo extraño, les vaya peor que a aquellos que la han desechado.
Un acto como el de la coronación del nuevo rey bien podría confundirse con una función teatral. Una función donde un grupo de actores, adultos e infantiles, representan una obra donde dan vida a personajes que pertenecen a un mundo y un tiempo anterior al nuestro. Hay una diferencia entre el teatro y lo que acabamos de ver. En el teatro, cuando la función termina, los actores abandonan la escena y regresan exhaustos a sus vidas ordinarias; mientras que aquí los actores siguen apegados a sus personajes y se van por las calles saludando a unos y a otros como si se negaran a aceptar que el telón se bajó. Y lo curioso es que lejos de tomarlos por locos, no son pocos los que les siguen la corriente y se agolpan en las aceras para saludarlos, que es lo que hacían duques, venteros y cabreros cuando se encontraban con don Quijote, y a este le daba por hablarles de caballeros andantes, de cuevas encantadas o de la olvidada Edad de Oro. Pero ¿acaso el nuevo rey nos ha hablado de cosas así? Porque si los duques seguían el juego a don Quijote no era para reírse de él, o no sólo, sino porque algo les decía que aquellas bellas locuras que escuchaban de sus labios ocultaban viejas verdades olvidadas por los hombres. Es lo que pasa cuando vamos al teatro, que aun reconociendo su mentira, acudimos a verlo porque es allí donde reconocemos nuestros sueños, nuestras fantasías, nuestros deseos.
El nuevo Rey no debe olvidar que la gente más humilde es la única que cree de verdad en él
Recuerdo haber visto en mi ciudad, en los tiempos de la transición, una pintada que decía así: “Los reyes, a los cuentos”. Y, ciertamente, es en cuentos y leyendas donde reyes, príncipes y princesas tienen su verdadero reino. La realeza no simboliza entonces un estado de privilegio sino de autorrealización personal. Es rey quien muestra en plenitud lo que es, quien representa la verdad de los suyos. Por eso la rosa es la reina de las flores, y cuando los amantes se dan ese título están hablando del esplendor que halla cada uno en los brazos del otro. Rey mío, les dicen las madres a sus niños pequeños, pues representan la plenitud de sus vidas, y hasta llamamos silla de la reina a ese asiento que forman dos personas asiéndose por las muñecas para llevar a otra en volandas. “Somos”, escribe Ionesco, “como Cenicienta, que vive en la espera de una transfiguración del mundo, que vive en la espera de unas horas de fiesta fastuosa, gloriosa; el resto del tiempo estamos aquí harapientos en las sucias cabañas de la realidad. Es como si viviésemos en un letargo profundo. Nos despertamos, de vez en cuando, por unos instantes, y luego nos zambullimos de nuevo en el sueño vacío”. La presencia de los reyes responde en cuentos y leyendas a un deseo humano esencial, el deseo de transfiguración. Por eso es importante que cuando, por algún accidente inexplicable, algún rey o alguna reina se cuele en el mundo real, no olvide el mundo al que pertenece. Eso esperan los que creen ingenuamente en ellos, que traigan a la vida de cada día la verdad de los cuentos.
La verdadera amenaza para los reyes no está en los pobres republicanos, sino en los que les celebran y jalean (por cierto, ¿por qué, de pronto, hay tantos?), y, naturalmente, en las mismas casas reales. Algo así pasa con la religión. Ese mundo de romerías, de vírgenes descoloridas en remotas ermitas, de velas encendidas, de pequeños exvotos, ese mundo de calladas oraciones, de diálogos con los difuntos y espera de los ángeles, ¿a quién puede molestar? Hablan de la honda tristeza de la vida, de la necesidad de consuelo, del radical desamparo del ser humano frente a la injusticia, la enfermedad y la muerte. No, no es de ese mundo tan humilde del que debemos huir, sino de los falsos sacerdotes y de su afán de manipulación y dominio. Y no hay más que ver las reverencias forzadas, y un tanto ridículas, de algunas damas de nuestra derecha para darse cuenta de que también hay dos formas de visitar un palacio. En realidad, estas damas se mueven por los salones como si todo aquello —los jarrones dorados, los tapices, la guardia que rinde honores, la servidumbre que sirve, hasta el mismo rey y la reina— les perteneciera.
Para la pobre gente un palacio es otra cosa: un lugar donde podrían dejar de sufrir. Memorias y deseos / de cosas que no existen. No es extraño, por eso, que estén dispuestos hasta a perdonar a los reyes sus egoísmos y sus enredos familiares, porque ¿qué familia no los tiene? En todas hay desavenencias, deslealtades, madres que lloran por las noches, parientes que roban. Ni siquiera les importa que su reina no parezca feliz, pues ¿quién es feliz en este mundo tan cruel? ¡Pobrecita princesa de los ojos azules! / Está presa en sus oros, está presa en sus tules, / en la jaula de mármol del palacio real; / el palacio soberbio que vigilan los guardas, / que custodian cien negros con sus cien alabardas, / un lebrel que no duerme y un dragón colosal.
La verdadera amenaza para los Reyes no está en los pobres republicanos, sino en los que les jalean
No, no ha sido acertado el discurso del nuevo rey. Por demasiado cauto y formal, por haber sido pensado para complacer a las instituciones y justificarse a sí mismo y a la Corona antes que para contentar a su pueblo. Pero ¿a quién le interesa defender una abstracción como la Corona? El nuevo rey no debería olvidar que es la gente más humilde la única que cree de verdad en él, y que es de ella de la que debe hablar. Hablar de sus problemas y de las injusticias que padece, de la desigualdad creciente del mundo en que viven, de ese imperio del dinero que amenaza con destruir el sueño de un bien común. Hablar, en suma, de la necesidad de un Estado que corrija las desigualdades y que ampare a los que más lo necesitan. Porque si no es para hablar de todo eso, para hablar de verdad de lo que le pasa a su pueblo, ¿para qué este necesitaría fantasear con un rey?
Por eso, de toda la ceremonia, lo más hermoso sin duda eran las dos princesas. Fiódor Dostoievski decía que la salvación sólo puede venir de los niños, y daba gusto ver los rostros luminosos de las pequeñas en un ambiente tan carente de poesía. Todo a su alrededor —el silencio forzado de unos, las ovaciones interminables de otros, las expresiones de sublime aburrimiento de nuestros anteriores presidentes— resultaba previsible y sin demasiado interés. Sólo ellas no parecían saber muy bien qué pasaba allí, ni entender gran cosa de lo que los adultos hacían —y es mejor que no lo aprendan nunca—, como le habría pasado a cualquier niño en esa situación. Permanecían discretamente sentadas, obedientes a sus padres, y sus pies colgaban de las sillas en sus bailarinas doradas (¿o no eran doradas?). En España hay tres millones de niños que viven en el umbral de la pobreza y esos dos pares de piececitos flotando indefensos a dos palmos del suelo les representaban a todos. ¿Se dieron cuenta los que estaban allí?
Gustavo Martín Garzo es escritor.
fuenteshttp://elpais.com/elpais/2014/06/26/opinion/1403808543_534364.html

Los relojes y los tiempos

En 1943 el pintor vanguardista uruguayo Joaquín Torres García le dio la vuelta a  un mapa de Sudamérica y escribió: “Nuestro Norte es el Sur”. Décadas después, el fallecido Hugo Chávez retomó con gran éxito el concepto y el mapa al revés se convirtió en un símbolo de reivindicación política bolivariana. La lucha contra “el Norte colonizador” debía verse en todos los ámbitos de la vida cotidiana. Siguiendo esta estela, el Gobierno boliviano ha decidido que los relojes del país andino marquen la hora al revés. El Ejecutivo de Evo Morales siempre ha sido especialmente beligerante en cuestión de símbolos. Por ejemplo. la whipala o bandera indígena tiene el mismo rango de oficialidad que la nacional tricolor. A las 24 horas de ser investido por primera vez presidente en 2006, Morales fue reconocido como Apu Maliku —líder supremo, el primero desde Tupac Amaru— por chamanes en una ceremonia celebrada en las ruinas de Tihuanaco.
Sin embargo el cambio en los relojes ha causado polémica, alimentada en parte por las justificaciones dadas por el ministro de Exteriores, David Choquehuanca. Entre otras cosas, asegura que para entender la nueva disposición numérica sólo es necesario “hacer funcionar los dos hemisferios del cerebro”. No es tan fácil (pruebe el lector a cantar la canción de Sabina “y nos dieron las diez...” con el horario del sur). Para ir exponiendo la idea al mundo, los jefes de Estado asistentes a la reciente cumbre del G 77 y China en Santa Cruz de la Sierra han sido obsequiados con un reloj con la nueva disposición numérica. No constan comentarios.
Hay veces en que los árboles no dejan ver el bosque y, en este caso, los números del reloj impiden ver otras cifras, como las fechas de nacimiento. Porque en nombre de la tradición, Morales ha aprobado una legislación que permite trabajar como autónomos a los niños de 10 años (que habitualmente trabajan). Una medida que, advierten numerosas ONG, consagra legalmente una injusticia ancestral y puede perpetuar la situación de indigencia de miles de menores. Una demostración más de que cambiar los relojes resulta fácil; lo difícil es cambiar los tiempos.
fuenteshttp://elpais.com/elpais/2014/06/26/opinion/1403802665_808846.html

Firmeza europea

En un mismo día la Unión Europea ha enviado dos mensajes de firmeza a Moscú, tanto a corto como a medio plazo. Por una parte, la UE —representada al más alto nivel por los jefes de Estado y Gobierno comunitarios— firmó ayer con Ucrania, Moldavia y Georgia sendos acuerdos de asociación y libre comercio que colocan a estos tres países, que hace poco más de dos décadas formaban parte de la Unión Soviética, más cerca del polo de atracción de Bruselas. Fue precisamente la ratificación frustrada de este acuerdo con Ucrania el pasado noviembre lo que generó una crisis interna en Kiev que ha derivado en el enfrentamiento más grave con Rusia desde el final de la Guerra Fría.
Y sobre este conflicto Europa ha mandado la segunda señal. Se trata del plazo —hasta el lunes— anunciado a Moscú para que dé pasos concretos en la pacificación de las milicias prorrusas que actúan en el Este de Ucrania. En caso contrario, advierten los 28, se adoptarán medidas contra Rusia en sectores como economía, defensa, energía y finanzas.
En un momento en el que el proyecto de construcción europea es objeto de duras críticas y cuestionamientos por parte de amplios sectores en los países miembros, la firma de ayer resalta que la UE sigue representando una garantía de prosperidad y democracia para millones de personas que hasta hace pocos años sufrían empobrecedoras dictaduras. Para la Unión, la asociación con Ucrania, Moldavia y Georgia es un paso más en el proceso de inclusión europea comenzado en 1957 y la demostración de que, a pesar de los altibajos y las crisis, el plan puesto en marcha por Schumann y Adenauer sigue vivo.
Sin embargo, es insoslayable que este proceso tiene enfrente un serio escollo: como es obvio, desde Moscú el avance territorial de la UE no se percibe de la misma manera. De hecho, fue Rusia quien forzó al expresidente ucranio Viktor Yanukóvich a no firmar en 2013 el tratado culminado ayer; fue Moscú quien, una vez depuesto Yanukóvich, invadió y anexionó oficialmente parte del territorio ucranio en un hecho sin precedentes tras el final de la II Guerra Mundial. Y es Putin el que, a pesar de gestos como la desmovilización de parte de su Ejército, mantiene el apoyo a las milicias prorrusas que no respetan el alto el fuego ni aceptan el plan de paz y que ayer mismo causaron la muerte de cinco militares ucranios. Rusia tiene que asumir que la UE puede ser un rival, no un enemigo.
fuenteshttp://elpais.com/elpais/2014/06/27/opinion/1403890870_003581.html


PSOE EN COSTRUCION

Pasados los días de las amabilidades póstumas hacia el líder socialista dimisionario, Alfredo Pérez Rubalcaba, no es descartable que tanto el PP como fuerzas a la izquierda o en posiciones populistas intenten aprovecharse del interregno en que vive el PSOE para afirmarse a costa de sus simpatizantes. Eso obliga a este partido a recorrer limpiamente las fases de la secuencia prevista para la elección del nuevo líder, incluido el voto directo de los militantes —inédito en este partido a escala estatal—, pero también a acortar los tiempos de definición sobre los problemas acuciantes del momento.
La importancia del congreso de julio rebasa las fronteras del PSOE, porque no habrá alternativa hasta que las estructuras políticas del socialismo recuperen la credibilidad perdida. Y la clave para ello es que los socialistas se expliquen de modo que los ciudadanos comprendan lo que se proponen, lo cual va más allá de la renovación generacional en curso.
No sería positivo transmitir señales de ambigüedad o desconcierto sobre las opciones económicas y sociales, la organización política de España o la defensa de las instituciones, por clara que deba ser la apuesta por reformar todo lo que manifiestamente ha funcionado mal. Es imprescindible un partido con voluntad de poder, y esto exige mantener una posición clara respecto al sistema institucional y la reforma constitucional —incluida la precisión de si consideran vigente la propuesta federalista elaborada en la etapa anterior—, sin caer en la ambigüedad respecto al reto de nacionalistas e independentistas catalanes.
La urgencia viene dada por la proximidad de los desafíos políticos y electorales. Sería suicida ir a las elecciones dándolas por perdidas de antemano. Sin lograr una cierta base institucional en los próximos comicios autonómicos y municipales, un partido se arriesga a quedar reducido a la marginalidad. Tampoco debe ausentarse de Europa, ahora que los socialdemócratas, encabezados por el italiano Matteo Renzi, tratan de poner en pie una estrategia para suavizar las reglas presupuestarias de la UE y corregir la estricta política de austeridad mantenida hasta ahora.
Una vez terminado el plazo de presentación de avales para los aspirantes a la secretaría general del PSOE, el diputado madrileño Pedro Sánchez se sitúa a la cabeza de la carrera entre candidatos. Falta lo más importante, el voto de los militantes. Queda también la incógnita de si la próxima dirección del partido convocará el proceso de primarias abiertas para elegir al candidato a la presidencia del Gobierno, un procedimiento que en su día ayudó a los socialistas franceses y a los italianos a movilizar a muchas personas en torno a sus debates, pero que no es en sí mismo una garantía de renovación ni de mayor democracia.
No es fácil hacer todo esto en poco tiempo, pero no les quedan muchas opciones. El PSOE debe ser capaz de salir de la crisis y abordar decididamente la reconstrucción de su espacio político.
fuenteshttp://elpais.com/elpais/2014/06/27/opinion/1403894333_883955.html