domingo, 20 de octubre de 2013

Iberoamérica: agotamiento y cambio

Las cumbres iberoamericanas, que vienen celebrándose anualmente desde 1992, se encuentran ante una nueva encrucijada. Anteriormente, conocieron momentos cruciales, y a veces habían perdido parte de su dinamismo, pero siempre se consiguió dar un salto hacia delante, como sucedió con la Secretaría de Cooperación Iberoamericana (Secib), en 1999, y, sobre todo, con la creación de la Secretaría General Iberoamericana (Segib) y el nombramiento de Enrique Iglesiascomo secretario general en 2005. Nos enfrentamos ahora a una nueva etapa en la que han cambiado el escenario latinoamericano que las vio nacer, el entorno mundial y el sentido y alcance de las propias cumbres; de ahí la necesidad de adaptarlas a las nuevas realidades. Como decía el presidente de México, Enrique Peña Nieto, en su informe de Gobierno, “en los próximos tiempos estaremos decidiendo qué historia queremos escribir en las próximas décadas”. Lo mismo cabe decir de la comunidad iberoamericana.
Son realidades íntimamente relacionadas, que van desde un escenario latinoamericano heterogéneo y fragmentado en lo político y económico hasta un menor interés de los países participantes, derivado de la inflación de cumbres, de la mayor autonomía y diversificación de las políticas exteriores latinoamericanas y del surgimiento de la Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur), el ALBA, la Alianza del Pacífico y, especialmente, la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac). Y en lo que hace a España y Portugal, derivado de la transformación de sus relaciones con América Latina, como consecuencia de la disminución del papel desempeñado por los Estados extrarregionales tradicionales —casos de Estados Unidos, la Unión Europea y España—, y de la crisis económica global, que afecta especialmente a estos países y ha traído consigo una mayor simetría en las relaciones entre ambos lados del Atlántico.
Como consecuencia de lo anterior, se produce un cierto agotamiento de la dinámica de las cumbres iberoamericanas, lo que explica que en la de Cádiz, en 2012, se constituyera una comisión, presidida por el expresidente de Chile Ricardo Lagos, para elaborar un informe sobre el futuro de las mismas, que entregó sus conclusiones en una reunión de cancilleres el pasado 2 de julio en Panamá y cuyas propuestas están siendo tratadas en la XXIII Cumbre Iberoamericana, reunida bajo el significativo lema de El papel político, económico, social y cultural de la Comunidad Iberoamericana en el nuevo contexto mundial.
Hay que agrupar la cooperación en grandes espacios como la cultura o la innovación
Parece oportuno, en línea con la Cumbre de Cádiz y con las propuestas del Informe Lagos, hacer algunas reflexiones sobre el futuro de las cumbres. Es indispensable que las reformas atiendan a tres retos clave: mayor visibilidad en las sociedades iberoamericanas; mayor operatividad desde la perspectiva de los intereses de todos los países implicados; y mayor equilibrio entre los países que participan, de forma que el proyecto no se perciba solo como español, o ibérico, sino que registre una genuina implicación latinoamericana.
Entendemos que las principales reformas a aplicar serían las siguientes:
—Bienalidad. Dada la proliferación de cumbres y foros actual, con los problemas de agenda y cansancio que ello supone para los mandatarios, es necesario el espaciamiento temporal de las iberoamericanas, de manera que se celebren en los años pares, mientras que las cumbres UE-América Latina y Caribe tengan lugar los impares. Dado que en 2014 se celebrará una Cumbre Iberoamericana en México, el sistema debería entrar en vigor a partir de 2015. En los años en que no se celebre la Cumbre Iberoamericana se realizaría una reunión de cancilleres y una gran reunión sobre la cooperación iberoamericana.
Renovación del diálogo político al máximo nivel, privilegiando el llamado “retiro” de los jefes de Estado y de Gobierno, entendido como un diálogo abierto e informal sobre temas de actualidad (crisis económica, nuevos movimientos sociales, la gobernanza internacional, los desafíos de la seguridad, el combate contra el crimen organizado), con la presencia adicional del secretario general iberoamericano.
Mayor convergencia de agendas con otras organizaciones internacionales y, de forma muy especial, con las cumbres UE-Celac. La convergencia entre lo euro-latinoamericano y lo iberoamericano se constata cuando se considera que tanto los temas (educación, infraestructuras, igualdad de género, salud, inversiones, medio ambiente), como los mecanismos de apoyo a las negociaciones político-diplomáticas (encuentros empresariales, sindicales, de la sociedad civil, académicos y de medios de comunicación) son similares en ambos casos.
Renovación de la cooperación para contribuir a la consecución de los objetivos sociales, culturales y económicos de los modelos de desarrollo de los países iberoamericanos, reforzar los vínculos entre dichos países y dar mayor visibilidad a la misma. Hay que avanzar agrupando la cooperación en grandes espacios (el espacio común del conocimiento, la economía y la innovación, el espacio cultural y el espacio de la cohesión social). Al tiempo, hay que buscar una financiación más equilibrada de la cooperación y continuar apostando por la cooperación Sur-Sur.
La cultura es el gran factor de cohesión del espacio iberoamericano, con unas lenguas y una cultura comunes, desde la extraordinaria diversidad que caracteriza a Iberoamérica. Ello comprende varias derivadas de importancia: desde las ideas al valor económico de las lenguas española y portuguesa, a la promoción de las industrias culturales y hasta su vinculación con los flujos y reencuentros migratorios. Es un sector de muchos acentos y actores que hay que potenciar.
El sistema de financiación de la Segib está hoy demasiado desequilibrado
Fortalecimiento de la Secretaría General Iberoamericana (Segib),mediante la agrupación de las actividades en grandes áreas de acción y la continuidad del trabajo de las oficinas de la Segib de América Latina. Y, a la vez, mayor coordinación y colaboración con las otras cuatro organizaciones iberoamericanas: la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura; la Organización Iberoamericana de Seguridad Social; la Organización Iberoamericana de la Juventud; y la Conferencia de Ministros de Justicia de los Países Iberoamericanos. Habría que integrar sus oficinas respectivas sobre el terreno con el nombre de Oficina Iberoamericana, o similar.
Mayor equilibrio en la financiación de la Segib si se quiere avanzar en el camino de la efectiva iberoamericanización de la Comunidad Iberoamericana. Aunque las cantidades se comparan muy favorablemente con otras organizaciones internacionales, pues el presupuesto anual es de solo siete millones de euros, los símbolos importan. Hasta ahora, España ha asumido el 60%, que con Andorra y Portugal alcanza el 70%, quedando el 30% restante para los países latinoamericanos. Habría que avanzar, cuando menos, en la línea propuesta por el Informe Lagos, modificando la distribución de la escala de cuotas, de forma que la proporción quedase en 60/40, en la que correspondería a España el 55%, el 5% a Portugal y Andorra y el 40% a los países de América Latina, con un horizonte que permitiese progresar ulteriormente en este ámbito.
Ampliación del número de países con el estatus de observador asociado (ahora son siete, más la muy próxima incorporación de Japón) y mayor implicación en las actividades y la cooperación iberoamericana de los que ya lo son.
Creciente participación de la sociedad civil y de la ciudadanía, con especial atención al fenómeno migratorio, y a las redes sociales, y la iniciativa privada en la financiación de las actividades de cooperación que aprueben los Estados.
Estas son algunas de las reformas que consideramos necesarias para la continuidad y afirmación de las cumbres y la comunidad iberoamericana en el complejo escenario en que se encuentran en estos momentos. Confiemos en que la cita junto al Canal no defraude en sus compromisos. No hay atajos ni fórmulas mágicas, y solo el consenso entre los países miembros podrá hacer de lo iberoamericano un espacio válido en tiempos de cambio.
Celestino del Arenal es catedrático de Relaciones Internacionales de la Universidad Complutense y Fernando García Casas, director del Gabinete del secretario general Iberoamericano.


Perdidos en el ciberespacio

Hay más piratas que campan a sus anchas en el territorio infinito de Internet que los que han existido en elmundo físico, sumados, en toda la historia de la humanidad. La usurpación de la propiedad ajena a base de clics de ratón se ha convertido en una costumbre no del todo mal vista por la sociedad, y frente a la que los poderes públicos se muestran impotentes, pero que causa a los derechos y a la economía destrozos importantes. Las dimensiones del fenómeno han sido recientemente descritas por elObservatorio de piratería y hábitos de consumo de contenidos digitales,publicado por el Ministerio de Cultura (2012), que ofrece algunos datos asombrosos: uno de cada dos internautas ha accedido ilegalmente a obras, prestaciones y contenidos sujetos a derechos de propiedad intelectual; entre ellos un 32% para descargar composiciones musicales, un 12% libros, un 43% películas y un 7% videojuegos. Suman alrededor de 3.000 millones de descargas. También están cifradas en aquel documento las apabullantes consecuencias de este desquiciamiento: miles de millones de euros perdidos por la industria cultural, miles de puestos de trabajo destruidos, ingentes cantidades de recursos no percibidos por la Hacienda pública y la Tesorería de la Seguridad Social…
Se trata de un problema universal y no fácil de combatir porque su prevención y represión exigen actuaciones eficaces sobre un espacio que se resiste a la disciplina y en el que no gobierna un único soberano. Los habitantes del ciberespacio no han hecho todavía ninguna clase de pacto que arregle su convivencia para asignar el poder a un soberano que los gobierne, como los filósofos políticos vienen diciendo, desde Hobbes, que hicimos los hombres para evitar nuestra autodestrucción. Aun así, los Estados ya establecidos, siempre sobre espacios más limitados que los inconmensurables dominios de Internet, están buscando remedios para evitar que la Red sea un monipodio universal. Con diferente fortuna unos que otros.
La Cámara de Comercio de Estados Unidos elabora cada año un informe que incluye una watch list donde se relacionan los países que no respetan la propiedad intelectual o que no han establecido medios satisfactorios para evitar la piratería. España figuró en la relación de los países sin garantías desde 2008 a 2011 y, de un modo casi milagroso, desapareció de ella en 2012. El informe de 2012, aunque reticente con la eficacia de nuestro modelo legislativo y sus posibilidades, dio una tregua a nuestra vergonzosa inclusión en la Isla de la Tortuga de los piratas informáticos debido, como el texto revela, a la aprobación de la denominada ley Sinde, que ideó nuevos medios contra la piratería. Reformó la Ley de Propiedad Intelectual (LPI) creando una Sección Segunda en la Comisión de Propiedad Intelectual con atribuciones para perseguir páginas y servidores de Internet que vulnerasen los derechos de autor, facultando incluso para la interrupción de la prestación de servicios o la retirada de contenidos.
Uno de cada dos internautas ha accedido ilegamente a música, libros, películas y videojuegos
No había entrado en vigor la ley Sinde cuando ya estaba disponible en la Red un manual en el que se explicaban 1.000 triquiñuelas informáticas que podían usarse para incumplirla (Manual de desobediencia de la ‘ley Sinde’). Nadie daba una perra gorda por la eficacia de las actuaciones de la Comisión de la Propiedad Intelectual y, en efecto, acertaron los peores pronósticos porque ha sido un fracaso estrepitoso. Apenas se han abierto expedientes, los incoados han devenido interminables y, mientras se han tramitado, las vulneraciones de los derechos se han consumado del todo con los efectos lesivos para la comercialización de los discos, las películas o los libros afectados.
El Gobierno del Partido Popular, constituido a finales de 2011, anunció que arreglaría todo este desastre mediante leyes nuevas, pero, nada más llegar, dio las primeras muestras de improvisación despachando, para estrenarse en estos asuntos, un real decreto que laminaba los recursos de las entidades de gestión de derechos de autor y las convertía en entidades financiadas, miserablemente, por el presupuesto público, cuando antes eran retribuidas, opulentamente, mediante “compensaciones equitativas” por la utilización de los derechos que gestionaban. Ciertamente había aspectos criticables en la organización y funcionamiento de las entidades de gestión que debían resolverse, pero transformarlas en organizaciones subsidiadas por el presupuesto público fue una decisión asombrosa que las autoridades y tribunales europeos no tendrán más remedio que corregir.
La reforma legal más general ha quedado centrada en dos proyectos: uno de reforma del Código Penal (CP), que ha empezado a tramitarse en el Congreso, y otro de reforma de la LPI, que ha sido remitido al Consejo de Estado para su informe. El primero incluye el delito consistente en facilitar, sin autorización de los titulares de los derechos, el acceso o localización de obras protegidas. La reforma tiene apariencias de gran severidad, ya que, sobre la letra, permitiría enviar a prisión a los piratas, sus colaboradores y cómplices. Pero tal y como ha quedado redactado el texto, mejor no intentarlo, porque el esfuerzo será inútil. El precepto clave (nuevo artículo 270.1.CP) está atiborrado de conceptos vagos e imprecisos que oponen dificultades insalvables a su aplicación. Considerando este negativo pronóstico, convendría trasladar las esperanzas a las nuevas medidas que se incorporarán a la LPI. Atribuye la reforma el control y la supervisión, preferentemente, a una autoridad administrativa, la Sección Segunda de la Comisión de Propiedad Intelectual, asumiendo una opción que es la correcta por su posible agilidad y por estar contrastada en otros sistemas comparados. En Estados Unidos funciona razonablemente bien, usando ese paradigma, el control que impuso la Digital Millenium Copyright Act, aprobada en 1998, que es un texto pionero en su género, cuyas soluciones han seguido otros países. En Francia, pese a las críticas y algunas revisiones, han prestado un servicio eficaz las regulaciones de la ley HADOPI, que es de 2007, la primera de este género en Europa. Y desarrollos semejantes ha asumido Reino Unido en 2010 con la Digital Economy Act.
La ‘ley Sinde’ no ha dado resultado, y sigue impune la vulneración de los derechos de autor
Actualmente puede observarse, en todos los países en los que se han desarrollado más las tecnologías de la información, una tendencia hacia la utilización de garantías de naturaleza administrativa para la rápida resolución de los conflictos que se producen en las redes, estableciendo un control judicial final de sus decisiones. Se está rompiendo de esta manera con la idea de que en este ámbito hayan de tener preferencia y sean más garantizadoras las intervenciones de la justicia que cualesquiera otras que puedan idearse.
También la reforma de la LPI opta en España por reforzar la Sección Segunda de la Comisión de la Propiedad Intelectual. Pero la habilitación de potestades a favor de la misma está hecha sin ninguna generosidad y con prevenciones de sobra. La reforma condiciona extraordinariamente el procedimiento de actuación, abusa de los conceptos indeterminados y somete las decisiones fundamentales de retirada de contenidos y bloqueo de los servicios y páginas a requisitos difíciles de cumplimentar. Por ejemplo, lo principal, que es abortar la infracción bloqueando el servicio o la página desde la que se comete, es una medida que se configura como de “último recurso”, o se reconducen las actuaciones de la Comisión únicamente a las infracciones que sean “significativas”, lo que equivale a decir que solo son robos los que afectan a piedras preciosas, o que únicamente pueden considerarse lesiones las que producen sangre.
Si no se aclaran los conceptos legales y se hacen mucho más expeditivos los poderes de la mencionada Comisión, poco conseguirá la reforma en ciernes. Los políticos se habrán entretenido mucho con ella, pero los productores de contenidos, la industria cultural, los creadores y los mercados en general seguirán lamentando los daños que causa la piratería y comprobarán que el legislador ofrece síntomas graves de estar desnortado, perdido en el ciberespacio.
Santiago Muñoz Machado es catedrático de Derecho Administrativo de la Facultad de Derecho de la Universidad Complutense. Entre sus obras hay algunas pioneras en materia de regulación de Internet (La regulación de la Red, Taurus, 2000), y ha dirigido una amplia colección, con 10 volúmenes publicados, sobre Derecho de la regulación económica (Iustel, 2009-2013).


La lección alemana

Ha vuelto ha generado desde su publicación en Alemania en noviembre de 2012 un notable revuelo, ha vendido algo más de medio millón de ejemplares y ha sido portada de docenas de revistas y de suplementos culturales incapaces de ocultar su entusiasmo por esta sátira acerca de la sociedad alemana actual en la que Adolf Hitler aparece en un solar abandonado en las proximidades de la antigua Cancillería y se transforma, mediante una suma de candor y cálculo, en estrella televisiva con partido político propio.
Aunque su propio autor ha admitido haberse sentido sorprendido por el éxito de Ha vuelto, éste parece fácilmente explicable (y predecible) en un país profundamente interesado en su pasado nacionalsocialista y, en particular, en la figura de Hitler, de la que los alemanes nunca parecen tener suficiente. No hay nada objetable en ello: el concepto de “Vergangenheitsbewältigung” (la superación del pasado mediante su revisión permanente), que articula la visión alemana de su historia nacional, requiere que las nuevas interpretaciones se produzcan de manera continua en forma de documentales y libros, así como de la discusión en todos los ámbitos de la sociedad. A resultas de esa “Vergangenheitsbewältigung”, Hitler sigue estando presente en la sociedad alemana y su figura es el espacio en el que se disputa la batalla por el sentido histórico; así, el primer tomo de la monumental biografía de Volker Ullrich (2013) proponía recientemente una nueva interpretación de la personalidad del Führer de acuerdo a la cual éste habría sido menos insignificante desde el punto de vista intelectual y más hábil de lo que sus biógrafos vienen sosteniendo desde hace décadas.
A esa interpretación adhiere también Ha vuelto, en la que Hitler es, ante todo, un buen observador, así como alguien dotado de una enorme capacidad para beneficiarse de los materiales sociales a su disposición; por supuesto, sus observaciones a menudo son erróneas (al despertar ve a unos niños jugando al fútbol y llama a uno de ellos “Joven Hitleriano Ronaldo” por el nombre que aparece estampado en su espalda; el Führer interpreta la práctica del reciclado como la consecuencia de la escasez de materias primas producida por la guerra y cree que el escaso dominio del alemán por parte de ciertos jóvenes de origen turco es el resultado de una política destinada a que la mano de obra extranjera no acceda a los derechos reservados a los alemanes); todas ellas, sin embargo, tienen un fondo de verdad y Hitler sabe qué hacer para beneficiarse de ellas; de hecho, la situación no puede ser más positiva para él, ya que “a la cabeza del país estaba una mujer fondona con el poder de irradiación optimista de un sauce llorón, una mujer que se desacreditaba ella misma por haber participado en la pesadilla bolchevique del este alemán durante treinta y seis años sin que su entorno hubiese podido percibir en ella el menor asomo de malestar” (135).
La novela 'Ha vuelto' es una sátira literaria que contribuye a esa positiva revisión permanente del pasado
Agresiva, indignada, incrédula, hostil, la sátira literaria requiere personajes únicos, y es evidente que Hitler lo es; si Ha vuelto es una magnífica sátira no lo es en menor medida porque, a diferencia de los textos satíricos que forman parte del canon (piénsese en Utopía de Tomás Moro, Erewhonde Samuel Butler, Los viajes de Gulliver de Jonathan Swift, Rebelión en la granja de George Orwell, entre otros), no hay aquí ningún disimulo retórico y ninguna voluntad de exotismo: Vermes habla explícitamente de la Alemania contemporánea y lo hace obligando al lector a aprobar los juicios de Hitler, lo que, para una sociedad como la alemana, es terrible: simpatizar con el Hitler algo ridículo (pero antisemita, misógino, anticomunista, xenófobo, chauvinista) de Ha vuelto equivale a aceptar la posibilidad de que el nacionalsocialismo no sea únicamente un incidente del pasado alemán sino un cúmulo de opiniones que compartimos y expresamos diariamente. Más aún (y esto hace que el apoyo prestado por la prensa a la novela de Vermes parezca desconcertante), lo que Ha vuelto viene a demostrar al narrar el ascenso meteórico de Hitler gracias a su presencia en la televisión es que los medios de comunicación masiva y la Red son el ámbito natural para el pensamiento totalitario ya que (como reconoce admirativamente el antiguo Führer) ambos han normalizado la delación, el engaño, la vigilancia y el control de los individuos que fueron parte fundamental de sus políticas de 1933 a 1945 con las trágicas consecuencias por todos conocidas. Precisamente por ello, y aunque fallida como novela (demasiado extensa, monótona en muchos pasajes, escrita en un lenguaje meramente funcional), Ha vuelto es una obra valiosa, que arroja sombras sobre el presente no sólo alemán y contribuye de ese modo a esa “superación del pasado mediante su revisión permanente” que es la forma que tiene Alemania de no repetir la historia y la mejor lección que ese país tiene para dar a sus vecinos; la pregunta, sin embargo, es si estos están dispuestos a aprender de ella.
Patricio Pron es escritor. Su último libro es La vida interior de las plantas de interior (Literatura Mondadori, 2013).fuenteshttp://elpais.com/elpais/2013/09/27/opinion/1380285356_201883.html

MVM

Manuel Vázquez Montalbán, de cuya muerte hizo una década el último viernes, era un símbolo en el que unos clavaban flechas y sobre el que otros arrojaban claveles. Luego se fue, y entonces le dieron una tregua.Los que le daban la lata ya no tuvieron que pedirle prólogos, y los que no lo querían se quedaron sin el más temido autor de metáforas de la posguerra.
Padeció, como tantos que en su tiempo parecían esenciales, un purgatorio cruel, larguísimo, y ahora resucitan su nombre, sus iniciales, incluso sus seudónimos más alimenticios, y lo ponen a cabalgar por un país en el que seguramente hubiera seguido viviendo extrañado, buscando en la poesía el refugio de sus distintas razones para la melancolía. Inventó un detective, acaso porque dentro él mismo tenía un detective secreto que trataba de explicarse las contradicciones del alma, que a veces eran también las contradicciones del país.
Cuando le hicieron homenajes, en el transcurso de esta década, algunos hicimos notar que si todos aquellos que le pidieron prólogos o críticas se hubieran juntado alrededor de su memoria habría sido preciso alquilar el Camp Nou. Pero tan pocos de los que le debían acudieron a esas llamadas… La memoria es flaca, como la vida, y ahí está MVM, aún corriendo por el aeropuerto de Bangkok, despidiéndose de la vida sin haberse despedido de veras ni de este país ni de sí mismo. Corriendo y solo, tan solo como se quedan los muertos.
Antes, diez años eran diez años; ahora son un suspiro. Pero a pesar de que la vida va tan rápido, lo que pasaba cuando vivió vuelve a pasar. Una de sus últimas obsesiones, la aznaridad, sigue estando presente en la vida nacional, con su tronío y su trueno; no hay día sin línea de Aznar, a favor o en contra, porque la memoria se ha despeñado y los que entonces no quisieron saber nada del presidente que proclamó el sí a la guerra se han olvidado de lo que entonces supuso esa excursión en la que nos metió el salvador actual de la patria. Está entre los símbolos que se perpetúan a pesar de que el tiempo lo dejó tiritando. La burbuja inmobiliaria, la privatización rampante: MVM se fijó en eso, lo dijo, y ahora parece mentira que diez años no sean nada sobre ese viejo espejo de la España de la que él se fue a despedir en Bangkok.
Y está Cataluña, claro. Cuando el presidente Pujol fue a Lituania a buscar una luz que le señalara el camino y volvió trasquilado, MVM avisó: “Todo Vitautas tiene su Landsbergis”, pues Vitautas Landsbergis era el nombre del presidente lituano en cuyas manos quiso encomendar su espíritu. Ahora ese viaje conoce en Cataluña un corolario cuya frontera es ni se sabe. Nadie está autorizado a imaginar lo que alguien diría si ese alguien ya lleva fuera de sitio tanto tiempo. Pero sí estamos autorizados melancólicamente a añorar el humor con que él hubiera abordado lo que ahora parece tan solemne como tanto te deum laico que suena en las ondas, en la prensa y en las calles.
Qué diría, quién sabe, pero cómo lo diría se puede colegir por lo que ya dijo en tantos libros, en tantas columnas, en tantos susurros de bar. Diez años después de su silencio hay algo más que quiero decir: no se pudo despedir de este país. Hubiera dado igual, me parece. Este país no sabe despedir.

Apoyaremos al Papa, “sea quien sea”

Algunos anuncian que tomarán medidas “caiga quien caiga”, y eso significa mucho más de lo que expresan las tres palabras. Cuando nos mostramos dispuestos a hacer algo “le pese a quien le pese”, pronunciamos una frase inconcreta en el significado, pero concreta en el sentido. Paradójicamente, se expresa determinación mediante una oración indeterminada. El subjuntivo de esos verbos (modo verbal que suele reforzar la idea de conjetura) nos refiere algo probable: quizá haya alguien que caiga, quizá haya alguien a quien le pese. Pero sugiere algo más: esto le va a pesar a alguien, y alguno va a caer. Y además podemos imaginar de quiénes se trata.
El anterior presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, detalló ante el Congreso en julio de 2010 sus reformas económicas y sociales. Y prometió: “Voy a seguir ese camino cueste lo que cueste y me cueste lo que me cueste”. Quizá nadie pensó que el dirigente socialista desconocía si las medidas anunciadas iban a costarle algo a alguien o no; quedaba claro que sí. Y quizá nadie pensó que Rodríguez Zapatero desconocía si le iban a suponer o no un coste personal. Casi todos pensaron que muy probablemente perdería las elecciones. Y él seguramente también.
El sentido total de esas afirmaciones era superior al significado de cada una de las palabras que el presidente pronunció.
El papa Francisco I se ha destacado en estos primeros meses de mandato por sus mensajes innovadores. Más bien inauditos, en su sentido etimológico: nunca oídos en una autoridad semejante. Sus palabras parecían llamadas a sacudir a la Iglesia, y los periodistas se aprestaron enseguida a aplicar su sismógrafo. El pasado 3 de octubre midieron la vibración del suelo bajo los pies del episcopado español al preguntarle a su portavoz, Juan Antonio Martínez Camino, qué le parecían las últimas declaraciones del Pontífice, en las que manifestaba cierta comprensión hacia los homosexuales y prefería no obsesionarse con el aborto. Y el portavoz respondió. “Los católicos estamos siempre con el Papa, sea quien sea”. La contestación se extendía en otras consideraciones, pero nos quedaremos en esa frase.
Las declaraciones de los personajes públicos pueden medirse con tres reglas distintas: lo que dicen con sus significados, lo que dejan de decir con sus silencios y lo que dicen y podían haberse callado.
En este caso, lo que monseñor Martínez Camino dice no tiene duda posible: los católicos están con el Papa, sea quien sea. Cada palabra se entiende por sí misma.
Lo que no dice, y sin embargo se deduce, viene a parecerse a lo que sucedía en los casos anteriores. La expresión “sea quien sea” no indica que el portavoz episcopal desconozca quién es el Papa. Esa frase no significa “no sé quién es el Papa, pero sea quien sea le apoyaré”, sino “sé quién es el Papa, y aun así le apoyaré”. Las comillas, obviamente, no corresponden al pensamiento de monseñor Martínez Camino, sino a la hipótesis del arriba firmante, razonada conforme a lo arriba constante. No estamos hablando ya del significado de las palabras, sino del sentido que muestran. Pero hay más cosas que no se dicen en esa frase: no se dice “apoyaremos al Papa porque estamos de acuerdo con él”, o “llevaba años esperando que se proclamara algo así”. Eso no se dijo, le pese a quien le pese.
En tercer lugar, apliquemos la regla de lo que se dice y podía haberse callado. La frase citada (“los católicos estamos siempre con el Papa, sea quien sea”) se habría bastado a sí misma sin el estrambote de los tres últimos vocablos: “Los católicos estamos siempre con el Papa”. Y ya.
¿A qué venía añadir eso de “sea quien sea”? Pues venía seguramente a lo que seguimos interpretando: a que estaremos con el Papa “nos cueste lo que nos cueste”, “le pese a quien le pese”; es decir, estaremos con el Papa aunque no nos gusten las consecuencias, a nuestro pesar, a regañadientes. Pero estaremos con él porque no nos queda más remedio.
Hemos entendido. El suelo tembló y esas tres palabras movían el sismógrafo.

El club de los perdedores

No hay vencedores. Lo ha dicho el presidente Obama, de quien se sabe que es un muy buen analista político, aunque todavía no haya conseguido convencernos de que sea tan bueno como presidente. Y es verdad: todos son perdedores.
El primero de todos, el Partido Republicano. Ha demostrado que no es un partido de Gobierno y que tiene escasas aspiraciones de volver a serlo. Quema a su gente y dilapida su capital político gracias a los extremistas que se han apoderado del partido. Pero ellos tampoco son los vencedores: los chantajistas dejan de serlo en cuanto nadie accede a someterse al chantaje. Les ha doblado el brazo Barack Obama, que no ha cedido ni un milímetro a sus exigencias.
Les ha vencido, pero no es un vencedor. Su gran victoria es haber evitado la catástrofe. No es poco, pero sigue siendo insuficiente. Obama es el gran perdedor de esta historia y desde hace tiempo. Su segundo mandato presidencial se ha convertido en un calvario más penoso que el primero. Si en sus primeros cuatro años consiguió decepcionar a casi todos por los pobres efectos de sus promesas electorales, en el segundo ha sembrado la alarma por los métodos de espionaje universal que practican sus agencias de inteligencia y los expeditivos sistemas de neutralización del peligro terrorista en todo el planeta que utilizan sus militares y espías. El club de los perdedores tiene a Obama de presidente, aunque no sea el más perdedor de todos, pero sí el más destacado y más responsable.
Esta es una crisis optativa, con mecanismo de repetición incluido: tuvimos el abismo fiscal al empezar el año; ahora, el doble pulso del bloqueo presupuestario y de la amenaza sobre el techo de deuda, y a partir de hoy, el horizonte de una nueva crisis para principios de año. Este tipo de crisis, decididas por mentes obstinadas en órdagos, líneas rojas, desafíos y choques de trenes, tienen un retroceso más complejo porque en ellas se juegan la carrera y ven empeñada su palabra quienes las desencadenan, esos políticos que fabrican problemas en vez de resolverlos. Si fueran solo ellos quienes perdieran, por grande que fuera la pérdida, los ciudadanos podríamos quedarnos tan anchos.
Pero no: el mayor perdedor de esta crisis es la superpotencia americana. Es inconmensurable la contribución republicana a su declive, primero metiéndole en dos guerras sin salida y ahora situándola a dos horas de una suspensión de pagos que ha minado su prestigio y su autoridad. Seguro que alegra a quienes desconfían de principio y abominan de la democracia representativa, como son los dirigentes de Moscú y Pekín. Pero en cuanto a los otros, los europeos principalmente, para nada debieran alegrarnos tales debilidades de Washington, porque también son las nuestras y porque sus efectos repercuten obligatoriamente en nuestras economías.

Default’ político

Entre el primer día de octubre y el 17 de ese mes (fechas de la crisis que ha padecido EE UU en dos tiempos, con las dificultades en la prolongación del Presupuesto y la elevación del techo de deuda pública autorizada), el presidente Barack Obama tenía que haber viajado a distintos países de la zona para recuperar la prioridad geopolítica con la que llegó a la Casa Blanca: el continente asiático.
El hombre más poderoso del mundo no pudo estar en las cumbres de Asia y el Pacífico ni en la de países del Sudeste Asiático por los problemas de intendencia interna estadounidense, cediendo todo el protagonismo a sus homólogos ruso y chino (principales rivales en la contienda por la influencia en la zona) Vladímir Putin y Xi Jinping. El cierre de la Administración estadounidense y la posibilidad de una suspensión de pagos de la economía más grande del planeta —lo que, según muchos expertos, hubiera reproducido una especie de “momento Lehman Brothers”, como en el otoño de 2008— evitó la presencia de Obama en Bali, Brunei, Malasia y Filipinas. Lo que pone en cuestión la eficacia del instrumental de la democracia USA y su sistema de contrapesos y división de poderes (por cierto, y a pesar de todo, en muchos casos más ágiles que los europeos) frente a los métodos de decisión, por ejemplo, del mandarinato chino.
Más allá del acuerdo logrado in extremis entre demócratas y republicanos para retrasar el problema a los meses de enero y febrero próximos, lo que se ha retransmitido en directo estos días desde EE UU es la expresión pública de una incapacidad que limita a ese país comolíder mundial y, en segundo término (pero no menos importante), una polarización gigantesca de la clase política, caracterizada no por un giro de los demócratas hacia la izquierda, sino por la brutal contorsión de una parte de los republicanos hacia posiciones de extrema derecha, con el apoyo teórico de determinados centros de pensamiento y el financiero de algunos empresarios partidarios de la reducción permanente de impuestos, del bloqueo de un sistema regulatorio ampliado (para que no se vuelva a repetir lo del último lustro) y, sobre todo, de impedir la entrada en vigor de una reforma del sistema de salud, que fue la causa primera del conflicto. Esta polarización aún no ha terminado de dar sus peores frutos. Se trata, como lo definió Obama, de una “cruzada ideológica”, aun a costa de impedir el normal funcionamiento de un país.
La principal diferencia entre lo que podía haber ocurrido estos días o puede suceder a principios de 2014 y la quiebra de Lehman Brothers en septiembre de hace un lustro es que ahora se trataría de un castigo voluntario, autoinflingido, a la economía estadounidense, con posibilidades de contagio al resto del mundo. Jugar con fuego por motivos estrictamente ideológicos. Una recaída económica autocausada, acompañada de un daño político y psicológico a la democracia como el mejor sistema de tomar decisiones.

Se tienen ganas

Hay una necesidad imperiosa de hablar y de ser escuchado. Pero también de gritar, de insultar, de despreciar, de maldecir, de vengarse, de discutir, de liarse a empujones, de tomar a ciertos individuos por las solapas y zarandearlos. Hay ganas de insultar, de manifestarse, de ir a la puerta de los juzgados a vocear contra un acusado o contra una juez. Hay urgencia por abuchear a personajes públicos. Hay un deseo de que algo se construya, de sentir que algo nos sosiegue el ánimo, pero también hay ansias de destrucción que se tornan indiscriminadas, un deseo mórbido de que se acabe “esto” de una puta vez, aunque no sepamos muy bien qué es esto de lo que estamos hablando. Hay ganas de escuchar, sí, pero muchas menos que de soltar el mitin. Hay ganas de acudir a una conferencia que trate de lo que nos está pasando para que el conferenciante nos dé la razón y resarcirnos luego en el turno de palabra para poner los puntos sobre las íes.
Hay ganas de leer artículos en los que se afirme que no hay solución, en los que se denuncie todo de una tacada. Hay ganas de bronca. Hay un deseo (imperioso) de esa teoría total en la que pasado, presente y futuro estén mágicamente hilados y pasados a limpio: Franco, la Transición y su célebre bajada de pantalones, la burbuja inmobiliaria, el informe PISA, el abandono escolar, el GAL, el caso Faisán, el saqueo a Cataluña, los sobres de Bárcenas, el 11-M, el contenido de la maleta de la juez Alaya, la corrupción, la fuga de cerebros, el 15-M, la T-4 y El Prat, la piratería, y así hasta el final.
Hay ganas de tirar del hilo y de que tirando tirando salga de una sola vez toda la putrefacción, toda la mierda. Hay hambre de verdades, pero también de teorías conspirativas. Hay ganas de héroes y heroínas, de ese tipo de personajes que lo cuentan todo de una, a lo bestia, sin andarse por las ramas, ganas de gente clarividente, que no deja títere con cabeza, de esos gurús que cuando tú vas ellos han vuelto ya varias veces. Hay deseos de aplaudir hasta que las manos piquen, de aplaudir a alguien que diga verdades como puños, verdades que ratifiquen tu pensamiento al ciento por ciento.
A veces con razón, otras por envidia. Pero hay una agresividad, un enconamiento que se palpa en el ambiente
Hay mucha rabia y el convencimiento de que solo se apaciguará si alguien paga el pato. Hay urgencia porque algún imputado vaya a la cárcel y desconsuelo porque se tiene la sensación de que el culpable nunca paga. Hay un creciente desprecio por las instituciones. Hay hartazgo porque los asuntos que nos irritan no parecen tener fin, ni Bárcenas, ni la financiación autonómica, ni la consulta catalana, ni el caso Urdangarin. Hay la sospecha de que nuestros hijos heredarán los mismos titulares de los periódicos. Ay. Hay también la idea de que los responsables son aquellos, pero nunca nosotros, con lo cual hay una sensación de inocencia del pueblo soberano. Hay miedo también. Miedo a que en una jornada que se teñirá de negro alguno de esos inocentes se tome la justicia por su mano. Hay una sensación finisecular aunque la realidad sea que estamos recién estrenando un siglo. Hay ganas de que algo pase y terror a que pase algo. Hay muy mala hostia.
Hay comentarios que quieren parecer políticos, pero que encubren algo que se llamaría resentimiento o rencor. Hay víctimas de verdad y hay victimismo. Hay personajes acomodados que alientan a las víctimas de verdad a que se venguen de su situación de manera expeditiva. Hay gente que llama a la violencia, pero para que sean otros los que se manchen las manos. Hay tíos que se preguntan sin despegar el culo del sofá, “¿y cómo es posible que todavía la gente no se ha liado a hostias?”. Hay individuos que aseguran que esto se arreglaría matando a este y al otro. También existe la sensación de que no tenemos arreglo. De que cuando no es por una cosa es por otra. De que lo mejor es el yo a lo mío y que les den por saco a todos. Hay una inercia que lleva a pensar que dado que todos roban hay que seguir votando a los mismos, total. Hay quien asegura que en España unos trabajan y otros viven de las subvenciones.
A veces los acusados de vivir de las subvenciones son del sur, y otras son del cine o artistas en general. Abunda la tendencia a pensar que quien no opina como tú es un perfecto gilipollas. O es un fascista. O un pijo progre. Los gilipollas siempre están enfrente. Hay gente que tiene muchas ganas a otra gente. A veces con razón, otras por pura envidia. Pero hay una agresividad, un enconamiento que se palpa en el ambiente. Hay quien dice que son los medios de comunicación quienes han ido aumentando el nivel de la furia. Otros que ha sido la torpeza, la ineficacia, la inoperancia de la clase política. O el carácter de rapiña de los que administraban nuestros dineros. Hay políticos que no creen en los políticos y te lo dicen al oído. Hay toda una peligrosa sensación de fracaso, tan extendida ya, difícil de concretar y fácil de manejar. Hay políticos que se enrocan y callan, y otros que gritan y proponen huidas hacia delante. Hay mucha irresponsabilidad. Hay una necesidad urgente de que la situación mejore, que algunos debates se den por terminados, que la realidad se defina, que se hable de lo esencial. Y como no se perciban pronto esas ganas de desahogo puede pasar como tantas otras veces, que paguen justos por pecadores.

El último aviso

Con el estilo, siempre un punto melifluo, de la cultura democristiana, Duran i Lleida, el mismo día que el Gobierno catalán se metía un gol en propia puerta cifrando en 9.000 millones el agravio del Estado, planteó, con solemnidad calculada, en sede parlamentaria española, la hipótesis de una Declaración Unilateral de Independencia de Cataluña. Lo hizo en forma de advertencia —quien avisa no es traidor— suplicando al presidente Rajoy que no se escabulla y haga política. Duran i Lleida expresaba dos cosas. Primera, la sensación cada vez más extendida, por lo menos en Cataluña, de que la sordera de Madrid ha cerrado cualquier espacio intermedio, de modo que el conflicto ya se ha hecho binario: statu quoo independencia. Segunda, que hay una parte importante de la sociedad catalana que, independientemente de cuál sea el desenlace, no quiere inestabilidad y descarrilamientos en el proceso en curso.
La respuesta de Rajoy se inscribe, como todas las suyas, en la estrategia del desdén. “Este es un conflicto político con un gran apoyo social y requiere una respuesta política”, dice Duran. Mi prioridad es salir de la complicada situación económica y “voy a seguir trabajando para que vivamos juntos”, responde el presidente. Traducido en lenguaje de pasillos: ya se cansarán, Mas rectificará antes de hundirse, y aplicaremos la misma medicina que al plan Ibarretxe. No está tan claro que se cansen, de momento hace un año se hablaba de soufflé y ahora resulta que el problema crece. Pensar que todo es un problema de debilitar a Mas es no enterarse de lo que pasa: Mas está a la baja, pero Junqueras, al alza. Y el mimetismo con el plan Ibarretxe solo expresa la pereza de pensar de los gobernantes.
Hay un problema político, responda políticamente, dice Duran. Solo faltaba añadir: como hizo Cameron. Y Rajoy sigue con la ley y el miedo. En un año no ha llegado otra respuesta de España. ¿Es posible que el Gobierno no tenga una sola idea en positivo que ofrecer a Cataluña? En democracia, un movimiento con la importante base social del independentismo catalán y una petición de referéndum apoyada muy mayoritariamente merecen reconocimiento. ¿Por qué se niega? ¿Por miedo a perder, por una cuestión de principios que impide reconocer a Cataluña como ente político o, simplemente, porque el presidente piensa rehacerse electoralmente a costa de este conflicto? Ni siquiera se quiere entender la señal que viene de Cataluña: estas cosas pasan porque el régimen español está completamente deteriorado. Ningún propósito de reforma. Vía directa a la confrontación.
Rajoy parece confiar en la frenada del último momento. ¿Quién frenará? ¿A cambio de qué, si él no ofrece nada? Tarde o temprano, de un modo u otro, las elecciones no pueden prohibirse, se votará. Entonces, sabremos el peso de cada cosa. Esperemos que, sea cual sea el resultado, todas las partes lo asuman. Y que no haya la tentación de negar las urnas por la fuerza, por parte de quien la tiene, en este caso el Gobierno español. ¿Será el de Duran el último aviso antes del choque?

Companys

Pues no. El Parlamento español no perdía nada por guardar un minuto de silencio en homenaje a Lluis Companys, el presidente de la Generalitat catalana asesinado hace 73 años por orden de Francisco Franco. Más bien ganaba. Alfred Bosch lo pidió desde la tribuna. Y algún tipo de dudosa bonhomía saludó su petición con un sonoro “viva España”, desde las bancadas del Partido Popular. En realidad, se trataba de un “viva Franco”, que el sujeto en cuestión, que no ha sido identificado, no se atrevió a articular en su intención precisa. Porque a Companys le asesinó Franco, no le asesinó España, como pretenden contarnos muchos militantes de Esquerra Republicana para engordar el manual histórico de agravios que nos amplían día tras día desde cualquier tribuna. Ahora, desde Argentina. También desde Argentina. Una denuncia contra el Estado español por lo de Companys. La intención no es nueva. Ya hubo alguna reclamación para que un Gobierno democrático pidiera perdón por el bombardeo de Guernica, por ejemplo. Cuando los aviones italianos y alemanes arrasaron la ciudad en abril de 1937, el Gobierno legítimo español era republicano. Y el presidente del país se llamaba Manuel Azaña. Azaña, que murió acosado por los mismos canallas que acabaron trayendo a Companys y Zugazagoitia a España, era el máximo representante legítimo del Estadoespañol. Los aviones los mandó Franco y los financió Francesc Cambó. ¿Por qué no una denuncia contra Cambó y su fiel Juan Ventosa? Ambos, dirigentes de la Lliga Regionalista. Los dos, colaboradores necesarios de Franco cuando el bombardeo de Guernica y el fusilamiento de Companys. Yo sí creo que hay que contar toda la verdad. Toda. Es muy recomendable leer el libro de Esther TusquetsHabíamos ganado la guerra en el que contó, poco antes de morir, una parte de esa verdad.
 Para entender Cataluña. Para entender el asesinato de Companys.

El mono aprieta

Rajoy miente, Montoro miente, Guindos miente, Sáenz de Santamaría miente, Cospedal miente, Carlos Floriano miente, Ruiz-Gallardón miente, Ana Mato miente, José Ignacio Wert miente, Fátima Báñez miente… La relación del PP con la mentira es la del toxicómano con la droga. Vive para ella, alrededor de ella, solo piensa en la dosis próxima. Por eso los salarios no bajan, ni desfallece la igualdad de oportunidades, ni se recortan las pensiones, ni Bárcenas trabajó con nosotros, ni hay 7.000 mamografías en lista de espera, 7.000, ni existe el copago dentro o fuera de las instalaciones hospitalarias, ni se envía a los dependientes al moridero. Si fuera necesario asegurar que es de día cuando evidentemente es de noche, juraríamos ante la Biblia que hace un sol radiante. Todo depende de lo que apriete el mono y les podemos asegurar que el mono aprieta. Cuando Rajoy dice en Japón que Fukushima no supone riesgo radiactivo alguno mientras entre sus zapatos corre un líquido fosforescente, no es por capricho. Lleva, entre viajes y cambios horarios, más de 48 horas sin mentir. A ver qué drogadicto aguanta eso. Los ministros y los responsables del partido se pasan las mentiras unos a otros como el que pasa una papelina por debajo de la mesa. Pero guardan las más puras para sí. De ahí que muchas de estas mentiras estén adulteradas, cortadas y que suenen a chiste. Pero valen para salir del paso al modo en que un trago de colonia puede aplazar la ingesta de coñac o la colilla de la noche anterior ayuda a resistir hasta que abran los bares. Hay subsecretarios y directores generales que al no tener la oportunidad de mentir ante las cámaras, lo que dobla la eficacia del estupefaciente, se retiran al cuarto de baño y se dicen las mentiras a sí mismos, frente al espejo, como el que desaparece un rato para meterse unas rayas.
fuenteshttp://elpais.com/elpais/2013/10/17/opinion/1382028582_372558.html

Por todas partes

El señor Botín ha dicho que España vive un momento fantástico y que llega dinero por todas partes y yo no soy nadie para llevarle la contraria al señor Botin en la fantástica materia del dinero. Ver lo invisible que se tiene delante exige, a veces, un esfuerzo constante, una voluntad astronómica. Hay quien se empeña en ver solo gansos donde en realidad hay un exquisito foie gras. Si el señor Botín ve dinero es que lo hay. Y si lo ve entrar a chorros, es que estamos a punto de nadar en la ambulancia. “Veo cosas y gentes donde ustedes quizás no vean nada”, dice el personaje de Juan Rulfo que nos guía por Comala. Yo pensaba que España iba camino de convertirse en una especie de Comala, un gran purgatorio, gobernado por sombras, donde el viento arrastra sueños y hojas de árboles que ya no existen. La literatura desvela, pero también despista. El verdadero tesoro que vislumbré estos días fue elÉvame de Carlos Oroza, editado con calidad de incunable, no sé si real o irreal, pues como dice Pere Gimferrer en el prólogo, el autor es un caso único, “a la vez la presencia y la impresencia más sorprendente de la poesía española”. A Oroza, que tiene por oficio caminante, alguien le interrumpió el andar: “¿Qué, Oroza, matando el tiempo?” Y él respondió: “¡Estoy trabajando! Mi marcha es poética.” Ahora tengo que rumiar el rotundo cambio óptico del señor Botín, que nos devuelve de Comala a Eldorado. Si el dinero entra “por todas partes”, ¿qué objetivo tienen los nuevos recortes del Gobierno, esas purgas sociales, ese clavar más clavos en la cruz? La única explicación es de tipo volumétrico. Entra tanto dinero, tanto, que no hay sitio. Hay que liberar escuelas, teatros, hospitales, viviendas sociales, centros de investigación, talleres de discapacitados, bailes de tercera edad, lo que sea, para que la pasta se sienta a sus anchas.
fuenteshttp://elpais.com/elpais/2013/10/18/opinion/1382101637_968249.html

Mártires

Las dos Españas enfrentadas en la Guerra Civil produjeron la misma cosecha de mártires, de uno y otro bando. Desde entonces persiste una profunda cicatriz que aún supura, porque unos mártires están en el altar y otros en la cuneta; a unos los envuelve un coro de ángeles en el cielo, a otros solo les cantan los pájaros en los árboles. El olor a cera e incienso perfuma los pies de escayola de los mártires beatificados; pero los enterrados en los barrancos reciben el aroma de las plantas silvestres, la lavanda, el anís, el tomillo y el espliego. A los mártires de la Iglesia les rezan los fieles de derechas; a los asesinados del otro lado las plegarias las trae el viento que dobla los narcisos salvajes sobre su memoria. En los retablos barrocos envueltos en falso oro, las hornacinas cobijan a los religiosos que fueron vilmente asesinados; los mártires laicos, alcaldes, maestros, obreros, funcionarios y militares demócratas, que cumplieron con su deber y cayeron después de la victoria bajo los fusiles en las tapias de los cementerios solo son glorificados por el sol, que al amanecer y al final de la tarde les ofrece con el incendio de las nubes un retablo de oro puro. A simple vista parecía un acto fanático y provocativo. En medio de la crisis social y política que azota y divide a este país, la Iglesia se ha marcado el farol de beatificar a 522 religiosos asesinados en la Guerra Civil sin importarle en absoluto despertar y poner al día los viejos fantasmas de aquella gran matanza entre hermanos. Durante la ceremonia el papa Francisco mandó un mensaje aséptico, sin atreverse a tocar el hueso. Por lo visto es más fácil echar mermelada sobre los pobres, dejar de calzar las sagradas pantuflas, enfrentarse a los cocodrilos de la curia, montar en coche utilitario y mezclarse entre la multitud sin temor a un atentado que aludir, aunque solo fuera de pasada, a los mártires que generaron los crímenes del franquismo. Es imposible que un argentino no encontrara las palabras siquiera ambiguas, si no es por el miedo cerval a molestar a una derecha dura, que es tenaz con su ideología. Pero, después de todo, lo peor no es esto, sino que un día volverá al poder la izquierda y atrapada en el mismo miedo tampoco va a hacer nada para que cese de una vez esta ignominia.

Marine Le Pen y la extrema derecha

Si el Frente Nacional y su dirigente pretenden que los periodistas renuncien a su desagradable costumbre de tildarlos de “extrema derecha” (como lo leen), no vendría mal:
—que cuando, en plena campaña presidencial, esta decide ir a Viena para distraerse bailando el vals, no eligiese un baile celebrado por la más extremista, la más radical y la más nostálgica del hitlerismo de las “corporaciones pangermánicas” (Le Point, 2-2-2012);
—que cuando aprovecha la ocasión para proceder a un “intercambio de opiniones” con un responsable político local, no fuera a dar, precisamente, con un hombre como Martin Graf, orgulloso miembro de una Burschenschaft neonazi, antisemita y negacionista (Rue, 31-1-2012);
—que cuando su partido intenta hacer nuevos amigos y, luego, expresa su afinidad con sus nuevos amigos mediante la formación de un grupo parlamentario en Bruselas, no escogiese, casualmente, al Partido de la Gran Rumanía, al FPO austriaco, al Ataka búlgaro, al Partido por la Independencia de Reino Unido, a los italianos de la Alternativa Social, al Vlaams Belang belga..., en resumen, a lo más nauseabundo de la extrema derecha europea (L’Express, 7-10-2013);
—que llamase al orden a su sobrina, la diputada Marion Maréchal-Le Pen, que hace solo unos días, y mientras su jefa definía entre sonrisa y sonrisa la nueva línea de la nueva “guerra semántica” (sic), viajaba a Boom, cerca de Amberes, para hablar en un mitin del Vlaams Belang, el gran partido separatista flamenco que predica, entre otras lindezas, el odio a Francia y a todo lo francés (Le Monde, 10-10-2013);
—que ella misma se lo pensase dos veces antes de declarar, refiriéndose al PVV, el partido neerlandés que, para fomentar la paz social en los Países Bajos, no encontró nada mejor que pedir la prohibición del Corán: “Tal vez deberíamos hacer campaña juntos. Es importante que el elector vea que no estamos aislados y que en todos los países europeos hay movimientos patrióticos igualmente activos” (Le Monde, 15-9-2013);
—que cuando un periódico israelí le pregunta si está dispuesta a condenar el régimen del mariscal Pétain, encontrase una respuesta más inteligente que la que sigue: “En absoluto. Me niego a hablar mal de mi propio país” (Haaretz, 8-1-2011);
Hay algunas declaraciones que descienden directamente del fascismo francés
—que se asegurase de que en su partido no quedan otros Alexandre Gabriac, el pintoresco consejero regional fotografiado hace dos años, época en que era alabado como “el miembro más joven del comité central del FN”, haciendo el saludo nazi ante una bandera con la cruz gamada (Le Nouvel Observateur, 29-3-2011);
—que moderase su “admiración” por Vladímir Putin, así como su deseo de que Francia “mire hacia Rusia” en vez de “someterse a Estados Unidos”: la hija de Jean-Marie Le Pen parece no saberlo, pero este tipo de declaraciones (Le Point, 13-10-2013) desciende directamente de la ideología adoptada por el fascismo francés desde sus orígenes;
—que, ya puestos, cuando habla de política exterior, evitase la retórica cuartelaria, típica también de la extrema derecha: Francia, la “amante” de Estados Unidos... Francia, la “puta de los emires barrigudos”... ¡Ah, esa manía de mancillar a su país, de ponerlo por los suelos y regodearse en su supuesta abyección! (Le Monde, 15-9-2013);
—que, en tiempos de guerra, se abstuviese de declaraciones susceptibles de debilitar a nuestros ejércitos y a su jefe, otra costumbre de una familia política ávida de “divina sorpresa” y que nunca ha renunciado a la traición: la saña de la señora Le Pen durante la guerra de Libia... y durante la guerra de Malí... y esa forma, en plena crisis siria, cuando su país estaba, con razón o sin ella, en pie de guerra, de “quitarse el sombrero” ante Vladímir Putin (Nice-Matin, 13-9-2013), lo que en román paladino llamaríamos una puñalada por la espalda... Y no sigo, no vaya a ser que la amiga de Bachar el Asad me ponga una demanda;
—que, cuando expresa su odio “físico” por el expresidente Sarkozy o sueña, como hace poco (JDD, 12-9-2013), con verlo “esposado”, procurase evitar la vieja retórica de una extrema derecha cuyos electores de derechas terminarán comprendiendo que nunca tuvo más que un enemigo real, y que ese enemigo son ellos y sus representantes tradicionales: la derecha republicana, liberal, moderada;
—que tuviese la honradez de indicar a aquellos observadores tentados de creerla a pies juntillas cuando dice haber “expulsado a los demonios” de su partido, las fechas, circunstancias, referencias, textos e intervenciones en los que desaprueba los exabruptos antisemitas que jalonan la carrera de su señor padre, presidente honorífico del FN (en realidad, se ha limitado a mencionar sus “formas algo rudas”: France Info, 8-7-2013).
Solo son algunos ejemplos.
Podría citar muchos más.
Quedan a disposición de aquellos lectores que, por falta de información, podrían caer en la trampa de la operación de marketing político más burda de los últimos tiempos.
Por los otros, por aquellos que, con conocimiento de causa, prefirieron pasar del Llamamiento del 18 de junio de 1940 al bando de los terroristas que intentaron matar al general De Gaulle, por aquellos que creen que la salvación está en un nacional-populismo que es una afrenta viviente a Francia y a su pueblo, desgraciadamente, no se puede hacer nada.
Bernard-Henri Lévy es filósofo.
Traducción de José Luis Sánchez-Silva. fuenteshttp://elpais.com/elpais/2013/10/17/opinion/1382035706_421205.html

El relato intrauterino

La obra maestra de SterneTristram Shandy, comienza con la evocación por su protagonista de la noche en la que fue concebido. El relato intrauterino no dura mucho pues, con su habilidoso recurso a las digresiones humorísticas que interrumpen la acción, el autor se olvida de él y juega con las expectativas frustradas del común y corriente lector. Si se me permite el anacronismo, Sterne aplica al pie de la letra el consejo de Gide a los novelistas: no aprovecharse nunca del impulso adquirido en la redacción de sus libros. En Tristram Shandy hay quevolver siempre atrás.
El “¿Has olvidado dar cuerda al reloj?”, la frase con que la madre recuerda en clave al marido el débito conyugal, va seguido de la solemne declaración: “Fui engendrado la noche del domingo, el primer lunes de marzo en el año del Señor de mil setecientos dieciocho” y en “el 5 de noviembre de dicho año, a los nueve meses naturales, aparecí yo, el caballero Tristram Shandy, en nuestro ruin y atribulado mundo”. Mientras el doctor y la comadrona se ocupan del parto, el progenitor y el inseparable tío Toby discuten en la escalera de lo divino y humano olvidándose del asunto. “¿No es bochornoso”, comenta Sterne, “escribir dos capítulos sobre lo que se habló en un par de escalones?”. Y con un humor que debe mucho a su “dilecto” e “idolatrado Cervantes” interrumpe el relato 200 páginas más tarde con un “oye, mozo, por favor. Toma estos seis peniques, asómate a donde está el librero y avisa a un crítico de alquiler. Estoy deseando darle a alguien una corona, a ver si me echa una mano para lograr que mi padre y mi tío salgan de las escaleras y se vayan a dormir”. Como observa el propio autor, en la novela conviven dos fuerzas contrarias —las progresivas y las digresivas— que finalmente se aúnan y le permiten avanzar a trancas y barrancas durante el periodo de 40 años que abarca la vida del héroe.
Este tipo de narrativa implica una ruptura audaz con las leyes
de la verosimilitud
En tiempos recientes, la mejor muestra de novela intrauterina es sin dudaCristóbal Nonato, de Carlos Fuentes. Su trama argumental transcurre durante nueve meses, desde la concepción de Cristóbal en la playa de Acapulco hasta su salida al mundo el 12 de octubre de 1992: “El niño tiene bien abiertos los ojos, como si sus párpados jamás se hubiesen formado. Mira fijamente a la tierra que lo espera”. Estamos en la página 563 del libro y en el Quinto Centenario del descubrimiento de América por los españoles (los indígenas estaban ya allí desde hace millares de años).
Este género singular, del que cabría citar unos pocos ejemplos más, cuenta en España con un notable precedente: el de la novela de Antonio Enríquez Gómez, un conquense de origen judío que, tras haber buscado refugio en Francia y escrito allí panfletos y discursos contra la monarquía hispana (en apoyo de las rebeliones independentistas de Portugal y Cataluña) y contra el Santo Oficio (“ese tribunal es peor que la muerte”, dice, “pues vemos que ella tiene jurisdicción sobre los vivos, pero no sobre los muertos”, a los que quemaban en efigie), regresó por razones que desconocemos a la península, en donde vivió 10 años con una identidad falsa hasta que fue descubierto y se extinguió en las cárceles inquisitoriales (apremiado amablemente a preguntas por sus verdugos, se arrepintió y murió cristiano).
En su obra mayor, El siglo pitagórico, Enríquez Gómez recurre, como luego lo hará Virginia Woolf en Orlando, a la metempsicosis para mezclar relatos con materiales literarios diversos (materiales que parecen buscar su forma adecuada sin encontrarla y se acomodan como pueden en el habitáculo ruinoso del verso utilizado por sus contemporáneos) y, a la manera clásica de Pitágoras, el yo narrado transmigra sucesivamente al cuerpo de un ambicioso, de un malsín (encarnación de los males que afligen a España), de una dama (“supe que concebía / una señora grave cierto día / y zámpeme de golpe en su posada”), de un valido, de don Gregorio Guadaña, de un hipócrita (“mi alma nunca ingrata / en el vientre se metió de una beata”), de un miserable, un soberbio, un ladrón, un arbitrista, un hidalgo, etcétera. Sus dones poéticos al hilo de las transmigraciones son los de los versificadores de reata y, con excepción del capítulo quinto, conectan difícilmente con el lector de hoy. Dicho capítulo, La vida de don Gregorio Guadaña, es una novela publicada de ordinario sin su encuadre metempsíquico y se la adscribe a menudo entre las obras de la picaresca aunque en realidad no pertenezca a la descendencia de Lázaro y el Guzmán. El designio del autor, bien que influido por Quevedo, es otro. Su sátira de la España más papista que el Papa y de sus espulgadores de linajes va mucho más lejos: es la del que hoy llamaríamos un disidente, si no un opositor.
Este género cuenta en España con un notable precedente: el de la novela de Antonio Enríquez Gómez
Después de mencionar la genealogía del personaje —padre médico, madre comadrona, oficios ambos de judeoconversos—, el nonato Gregorio Guadaña nos da cuenta de su posconcepción con un humor que acompañó el resto de sus andanzas: “Estando mi madre bien descuidada, yo llamé a la puerta de su estómago con un vómito. Bien temía ella mi venida, habiéndola faltado el correo ordinario: tres meses sin carta mía”. Tras este lance feliz, el feto de la recién preñada reproduce las conjeturas de sus progenitores acerca de su sexo, como lo harán los de Cristóbal en la novela de Fuentes y, desde su albergue intrauterino, nos refiere las vicisitudes de su gestación: “Di en ser entremetido desde el vientre de mi madre, que no la dejaba dormir de noche a puras coces. Era un diablo encarnado. Solía meterme entre las dos caderas, y ella daba unas voces tan fuertes que las ponía en la vecindad, por no enfadar al cielo. Cuando estaba descuidada, solía yo darle una vuelta al aposento de su vientre y revolverla hasta las entrañas”.
Sin rozar el nivel de Sterne, La vida de don Gregorio Guadaña contiene con todo el germen de un procedimiento narrativo que se desenvolverá con diversa fortuna en los siguientes siglos y nos confirma con ello esa continuidad soterrada que enhebra no solo la historia de la novela sino también la de todos los géneros literarios y artísticos. El relato intrauterino implica entre otras cosas una ruptura audaz con las leyes de la verosimilitud y merece figurar en el catálogo de las innovadoras anomalías que encajan difícilmente en los cuadros sinópticos de los funcionarios de regla y compás.