viernes, 29 de marzo de 2013

He visto familias que pasan hambre por vergüenza”


Días atrás José Chamizo hizo lo que no había hecho nunca en sus 16 años como Defensor del Pueblo andaluz. Apagó el ordenador y se fue a estirar los nervios. Por primera vez en 16 años se sintió sobrepasado con el encadenamiento de mensajes en los que bajo la desesperación del remitente se traslucía la amenaza de suicidio.
A la oficina de un Defensor siempre llegan gritos desesperados. Haya vacas flacas o vacas gordas. Y el sacerdote José Chamizo de la Rubia (Los Barrios, Cádiz, 1949) conoce otros tiempos duros, en los ochenta, en los noventa. Que su experimentada voz sostenga que esta crisis es diferente encoge más que las tinieblas que periódicamente el comisario Olli Rehn promete a los españoles. Que no se le ve fin. Que cada día que pasa pisa más firme, como si hubiera venido para quedarse. Que se está llevando por delante a la clase media. “Veo cómo familias típicas con dos hijos universitarios están bajando la escalera hacia la exclusión y entrando en depresiones terribles porque creen que su vida ha sido un fracaso”.
De gentes así, venidas a menos, y de gentes casi nunca idas a más habla en su libro ¿Quién ha dicho que vivir sea fácil? (Espasa), una mezcla de memorias, reflexiones y guía sobre su trabajo con presos, menores, prostitutas, mayores, discapacitados, inmigrantes y todos los desheredados de la tierra. Si piensan que tal combinación deriva en un océano de lágrimas, se equivocan. Chamizo conjura ese riesgo con su habitual humor, que logra arrancar risas con la peripecia de Manuel, un sin techo que le pide trabajo durante años y se indigna cuando el Defensor le encuentra un empleo para recoger fresas en Huelva porque él aspira a algo de ocho a tres.
Hubo tiempos en los que hasta un mendigo soñaba con ser funcionario por las mañanas. Ahora Chamizo negocia con los bancos salidas para desahuciados y atiende a pudorosas clases medias: “Tienen que pedir ayuda si la necesitan. No es un tópico, hemos encontrado familias que pasaban hambre porque les daba vergüenza pedir”.
Nuevos caballos de batalla. “A mi vida le da sentido servir a la gente, ya sea como defensor, párroco o en una ONG, a las que sin duda volveré”, cuenta antes de que se incorpore al almuerzo su adjunto, Luis Pizarro. Tampoco le da grandes vueltas al futuro porque siempre le ha salido por la tangente. Se veía como profesor de Teología —se licenció en Historia de la Iglesia en Roma— y un toxicómano, Rafi, le torció el rumbo mientras se estrenaba como cura en una parroquia del Campo de Gibraltar, una comarca gaditana diezmada por la heroína en los ochenta. “Vivir es apasionante, pero complicado. Yo también he tenido épocas de dificultades personales y económicas, aunque luego la vida se ha ido organizando”.
Tampoco pensó que se convertiría en Defensor del Pueblo andaluz en 2006 y ahí sigue, aunque ahora con carácter interino, quizás el peaje de haberle espetado a los políticos en junio pasado: “La gente está hasta el gorro de todos ustedes”. En su boca, que se ha distinguido por una diplomacia de filigrana vaticana, sonó a filípica sobrenatural. “Soy consciente de que el tiempo termina, pero me gustaría irme cuando se acabe la fase más aguda de la crisis”. En broma, o tal vez no, sentencia: “He nacido para esto”.
fuentes http://sociedad.elpais.com/sociedad/2013/03/24/actualidad/1364147673_335892.html

Los políticos pasan de los temas si no les pones la cara colorá”


Rosario García lucha contra las desigualdades desde el Polígono Sur. Es una de las portavoces de la Coordinadora Andaluza de Barrios Ignorados


Tiene 65 años y lleva media vida luchando por mejorar las condiciones de vida del Polígono Sur, el barrio más desfavorecido de Sevilla. Lo hace con gusto, asegura que no quiere vivir mirando cómo otros mueven las cuerdas de la ciudad, pero cuando en los primeros años de la democracia imaginaba cómo sería el trato de administradores y administrados se esperaba otra cosa. “Yo no quiero estar en mi casa viendo la televisión. Quiero participar, pero de otra manera. Es muy triste tener que estar siempre en la calle luchando para que la Administración funcione”, advierte.
Rosario García preside la Plataforma Nosotros También Somos Sevilla. El nombre ya lo dice todo. Bajo él se unieron en 1997 decenas de vecinos del Polígono Sur cansados de sentirse extras de un decorado que los políticos solo pisan cuando se acercan las elecciones. Pero ellos no son los únicos. En casi todas las ciudades hay barrios cuyos vecinos se sienten ciudadanos de segunda. Si en tiempos de recortes hasta en los vecindarios más nobles cuesta que la Administración arregle una acera, en los suyos es una odisea.
Zonas como el Polígono Sur de Sevilla; Guadalquivir, Las Palmeras o Las Moreras de Córdoba; la zona norte de Granada; o el Polígono del Valle, en Jaén. Ellos se definen como el “cuarto trastero” de las Administraciones. “Igual que en tu casa tienes el lavadero, donde metes lo que no quieres que se vea, en las ciudades hay zonas donde las Administraciones meten lo que quieren esconder. Esos son nuestros barrios”, cuenta García, que además de presidir la plataforma de Sevilla es una de las portavoces de la Coordinadora Andaluza de Barrios Ignorados. Otro nombre crudo y elocuente.
La coordinadora nació en 2009 por iniciativa de un grupo de vecinos de la zona norte de Granada que invitó a una reunión a asociaciones de otros barrios andaluces en los que nunca pastaron las vacas gordas. Como imaginaban, les unían muchas cosas: su preocupación por la pobreza, por la exclusión social, por el deterioro urbano, por la desconexión con el resto de la ciudad. Decidieron trabajar juntos, organizar reuniones periódicas en Antequera (Málaga) y crear la coordinadora. En las últimas jornadas conjuntas, en las que reflexionaron sobre el empobrecimiento de sus barrios, presentaron el documento Que sea delito dejar a una familia sin recursos. “Se habla mucho de vecinos que no pagan el piso o la comunidad, pero nunca nos hemos parado a ver por qué no pagan”, advierte la portavoz. “Algunos es porque tienen muy poca vergüenza. Ahí debe actuar la justicia. Pero otras veces es porque no pueden, porque no tienen un trabajo e incluso porque hay gente que es imposible que accedan a un trabajo. Se han dejado tanto que no se sienten personas, les da lo mismo una cosa que otra”, lamenta García. Ante estos casos, ella insiste en que la solución no es la caridad. “Se les puede dar un bollo si no tienen qué comer. Pero lo que hay que intentar es que sepan ganarse el bollo”.
La presidenta de Nosotros También Somos Sevilla llegó al Polígono Sur hace 30 años. Nacida en el barrio de la Macarena pero criada en Triana, siempre estuvo más cerca de la militancia social que de la política, aunque trabajó para el Partido del Trabajado de España (PTE) de Eladio García Castro, que le destinó a Badajoz. Allí vivió los dos últimos años del franquismo. “Tuve suerte y no estuve en la cárcel”, cuenta.
Al Polígono Sur llegó en 1982. Su primera batalla fue, de la mano de la asociación de padres del colegio de sus hijos, exigir que se hiciera un centro escolar en el barrio para evitar que los niños tuvieran que cruzar cuatro veces al día la carretera de Utrera. Lo consiguieron, aunque ya de aquella refriega extrajo una conclusión que, a su pesar, no ha cambiado desde entonces: “A los políticos, como no le pongas la caracolorá, pasan de los temas”.
Así que ella, desde la asociación sevillana y desde la coordinadora andaluza, asegura no tener ya reparos en sacarle los colores a los gobernantes cuando desoyen las peticiones de los vecinos o incumplen sus propias promesas. “Yo antes me cortaba, pero ya, con la edad que tengo, no”, asegura. Esa inercia que García le reprocha a las Administraciones de actuar solo cuando hay una protesta o un problema evidente es como empezar la casa por el tejado. Por eso, desde la coordinadora andaluza insisten en que la lucha contra la exclusión empieza en el ámbito educativo. “Los niños entran al colegio con tres años y salen con 16. Tenemos 13 años para trabajar con ellos y sus familias, pero no los estamos aprovechando”, advierte. Y, mientras esto no cambie, gran parte del esfuerzo que se haga en estos barrios para mejorar el mobiliario urbano o los servicios públicos se queda en nada. “Hay que reconocer que hay cosas que se hacen. Por ejemplo, Lipasam(la empresa de limpieza de Sevilla), limpia. Pero como luego las Administraciones no han hecho el trabajo desde abajo con las personas, a los dos minutos vuelve a haber suciedad. Ves al barrendero con la escoba y, dos metros más allá, a alguien tirando un papel al suelo”.
Aunque los años de bonanza pasaron de largo por los barrios como el suyo, la crisis no por ello se nota menos, asegura la portavoz vecinal. “A los necesitados de siempre se les unen los que antes tenían un medio de vida”, lamenta la mujer, que advierte que los recortes, además, se han convertido en la excusa a la que se aferran las Administraciones para no atender las demandas de los vecinos: “La coletilla es: ‘Si les entendemos, pero ahora no podemos porque no hay dinero’. Eso a nosotros no nos vale. Cuando había dinero tampoco lo hacían”.
fuentes http://ccaa.elpais.com/ccaa/2013/03/22/andalucia/1363972310_451674.html

Cada pueblo tiene el gobierno que se merece


A principios de los años cincuenta, todavía adolescente, en mis estancias veraniegas en Inglaterra y Francia —mi padre hizo grandes sacrificios para financiarlas, convencido de que lo más importante para la educación de sus dos hijos era el conocimiento de lenguas y sobre todo la experiencia directa de otras culturas, cuyas diferencias entonces eran mucho más llamativas— nada me sacaba tanto de mis casillas como que a la conmiseración por la situación política y social de mi país se añadiera el comentario de que cada pueblo tiene el gobierno que se merece. ¡Se nos echaba en cara que soportásemos pacientes la dictadura, cuando había surgido con la ayuda directa de Hitler y Mussolini y sobrevivía gracias al apoyo directo de las democracias occidentales!
El 80 % de los españoles, entre ellos el 60 % de los votantes del PP, no se creen los desmentidos del Gobierno, cada vez más irritados ante la táctica de no aclarar nada, esperando a que escampe, que el tiempo todo lo cura. Asistimos al trágicómico espectáculo de un Gobierno que se protege con un muro, como el que impide el paso a la inmigración no deseada, pero esta vez frente a los mismos que dice representar. Si el pueblo soberano vuelve la espalda al Gobierno, solo queda desprenderse de él y elegir otro. La ironía de Brecht se hace realidad palpable en un momento de gravísima crisis social que amenaza incluso con el derrumbe de la democracia. Agazapado en su mayoría absoluta, Rajoy pretende ir tirando los años que quedan de legislatura, simplemente desconectando de un pueblo que hace preguntas insidiosas que no pueden, ni deben contestarse.
A algunos llamará la atención que en las filas del PP, donde ya cunde el estupor y el desaliento, no se alce una sola voz crítica. La cúspide del partido no se atreve a apostar antes de tiempo por una sustitución del Presidente, aunque parezca inevitable, ante el temor de perder la oportunidad de pertenecer al grupo de los herederos. Los simples afiliados, tradicionalmente sometidos y sin órganos de expresión propios, tienen a su alcance solo el comentario sotto voce. Pero a los unos y a los otros une el convencimiento de que la situación extrema que vive España justifica de sobra tanta pasividad.
El Gobierno de Mariano Rajoy ha puesto un muro ante el pueblo que dice representar
Con los riesgos enormes que quedan todavía por sortear, nada sería tan imprudente como renunciar al mayor factor positivo que nos diferencia de Italia, contar con un Gobierno sólido para los próximos años, algo que no podemos poner en cuestión con deliberaciones fútiles sobre el carácter de nuestra democracia, o el monto alcanzado por la corrupción. El pueblo votó hace poco más de un año y volverá a hacerlo cuando corresponda, y basta con eso. En una situación económica tan delicada no se puede estar al albur de una opinión cambiante, espoleada por el afán de los medios por sobrevivir, denunciando irregularidades que sonpeccata minuta en relación con los gravísimos problemas que tenemos que solventar, si queremos impedir que, con el Estado se disuelva la nación. Para seguir haciendo lo que hay que hacer, solo queda construir una muralla que proteja al Gobierno de los revuelos políticos y sociales. Excesos democráticos podrían traer el fin, no solo de la democracia, sino de España como nación.
Con una tan larga solera este tipo de argumentación es fácilmente reconocible. La democracia es el menos malo de los Gobiernos, siempre y cuando los intereses de los de arriba cuenten con un apoyo social mayoritario, pero, como bien ha dicho un general en la reserva, por encima de la democracia está la patria, y la patria como ha quedado de manifiesto en las operaciones para “salvarla” que hemos vivido a lo largo de nuestra historia contemporánea, se identifica siempre con los intereses de los de arriba.
En tan triste coyuntura me viene a las mientes lo de cada pueblo tiene el gobierno que se merece. Cuando muchos siguen echando la culpa de lo que nos ocurre a Bruselas o Berlín, conviene echar una mirada crítica a la sociedad española, los valores que encarna, las tradiciones que la marcan, en fin, cómo su peculiar cultura se refleja en la política.
Si retrocedemos algunos siglos nos topamos con el pícaro, una creación exclusiva de nuestra literatura que refleja una moral y un comportamiento que duran hasta nuestros días. Surge del hambre, aliada con el miedo a la Inquisición. El concepto que define al pícaro es el de “industria”, entendida como el arte de sobrevivir de los que “pasan las más veces con los estómagos vacíos, que es gran trabajo traer la comida en manos ajenas”, pero para defenderse saben manejar la lisonja, “llave maestra que abre todas las voluntades”. En suma, “industria” se revela “la piedra filosofal que vuelve en oro cuanto toca”. “Con una mano puesta en la espada y la otra en el rosario”, habrá que agradecer a Dios que a los que no dió riqueza, al menos les diese “industria”.
La España de la picaresca desprecia al que no sabe apañar alguna “industria” para sobrevivir en un mundo que marca una distancia abismal entre los que tienen y los que nada tienen, entre los que heredan y los que tienen que ingeniarse para acumular riqueza por los caminos que se ofrezcan. Por los trillados, ya se sabe que no cabe una “acumulación primitiva”, pero, una vez consolidada una fortuna, nadie pregunta por su origen. Recuerdo a un sociólogo boliviano que hace ya dos decenios defendía la corrupción en su país, como la mejor forma, si no la única, de “acumulación primitiva”, para llegar así a disponer un día de una clase empresarial que pueda y sepa invertir.
Una marca del carácter mediterráneo es la total desconfianza ante el
Estado y sus instituciones
Junto a la picaresca, como forma de sobrevivencia que recorre toda la escala social, desde las capas más bajas a las más altas, hay que mencionar el egoísmo familiar, como el segundo rasgo típico de nuestra cultura política mediterránea. El concepto de cultura política es un aporte de dos politólogos americanos (Almond y Verba, 1963) para dar cuenta del comportamiento político de un pueblo. Junto a una descripción cabal del funcionamiento de las instituciones, se incluye un estudio pormenorizado de los valores, motivaciones y actitudes de los individuos. Si se quiere se compagina una visión macro con otra micro de la política.
Para entender dentro de la cultura política del Mediterráneo la peculiar de los españoles, se han señalado algunos carácteres imprescindibles, pero como primero y principal destaca la total desconfianza ante el Estado y sus instituciones. Todo lo público y universal queda fuera del ámbito propio del interés de la gente, que lo reduce a la familia, y todo lo más se extiende al círculo más cercano de amigos y vecinos.
El llamado “egoísmo familiar” constituye el distintivo definitorio de nuestra cultura política. Abarca una amplia gama de manifestaciones: defraudar a hacienda por la vía que se pueda se considera un acto de lealtad al meollo familiar, asi como resulta imperdonable que el que haya llegado a una posición que le permita hacer favores, no beneficie a parientes y amigos. En la cultura política del norte de Europa estos rasgos son expresión de corrupción manifiesta; en la nuestra, de un comportamiento adecuado a los valores dominantes.
Cuando la situación económica hace a los de abajo cada vez más difíciles los apaños de sobrevivencia, cunde la indignación ante los que se permiten los de arriba, pero en el fondo pensamos que tontos no son los corruptos, sino los que se dejan pillar. Quizás los pueblos tengan los gobiernos que se merezcan.
Ignacio Sotelo es catedrático de Sociología.
fuentes http://elpais.com/elpais/2013/03/13/opinion/1363190460_107668.html

Sin amparo


Poner fin al drama de los desahucios requerirá un esfuerzo y un coraje legislativo que el PP no parece dispuesto a asumir. Las enmiendas que ha presentado a la Iniciativa Legislativa Popular dejan claro que no admite la dación en pago y las mejoras que aporta en relación a la actual normativa alivian el sufrimiento de una parte de los afectados, pero en absoluto resuelven el monumental problema que la legislación vigente ha creado. Aunque propone mejoras en la actual normativa, como elevar el precio por el que el banco se puede adjudicar la vivienda del actual 60% del valor de tasación al 75%, y elimina los abusivos intereses de demora, que han llegado a alcanzar porcentajes de hasta el 24%, el conjunto de las enmiendas está lejos de satisfacer las demandas ciudadanas. Su redacción es, por otra parte, tan enrevesada, que hasta los juristas más avezados en esta materia declaran tener dificultades para poder aquilatar su verdadero alcance.
Lo que sí está claro es que la propuesta del PP deja sin amparo a los afectados por las 198.000 ejecuciones hipotecarias que hay en curso, y sin solución a las decenas de miles han sido ya objeto de lanzamiento en los cinco años que llevamos de crisis y han perdido sus casas, pero siguen teniendo una deuda en muchos casos insoportable con el banco. Si el PP hace valer el rodillo de su mayoría absoluta, esos desahuciados seguirán siendo víctimas de una legislación que el Tribunal Europeo de Luxemburgo ya ha declarado injusta porque vulnera la legislación sobre protección de los consumidores. Esta ley establece que los deudores habrán de responder de la deuda pendiente con todos sus bienes presentes y futuros, lo que para muchos desahuciados supone una condena que en algunos casos habrán de arrostrar de por vida.
Hay que tener en cuenta que la deuda pendiente se compone del remanente de la hipoteca no cubierto con la vivienda —que el banco se ha adjudicado en el mejor de los casos por el 60% del valor de tasación, calculado a precios de burbuja inmobiliaria—, más unos intereses de demora que pueden llegar a duplicar la cantidad final que queda por pagar. Sería injusto que la reforma emprendida en el Parlamento solo tuviera efecto sobre los nuevos desahucios y dejara sin reparar el daño de una legislación tan desequilibrada.
El legislador debe terminar con estos atropellos y encontrar alguna fórmula de retroactividad para los casos de insolvencia sobrevida no dolosa. No hay razón para no aplicar aquí la doctrina jurídica que permite dar a la normativa penal o laboral efectos retroactivos en beneficio del penado o del trabajador. Y mucho más cuando la normativa que ha propiciado estas situaciones ha sido impugnada por el Tribunal Europeo. Así lo reclaman las plataformas de afectados y así lo defienden los grupos de la oposición. El PP tiene que evaluar muy seriamente los costes sociales y políticos de hacer valer su mayoría absoluta para imponer una reforma tramposa que en realidad no resuelve el problema.
fuentes http://elpais.com/elpais/2013/03/28/opinion/1364500934_923143.html

jueves, 28 de marzo de 2013

Salud y alarma social


Un artículo sobre radiaciones como las del móvil, basado únicamente en testimonios sobre sus peligros, provoca quejas por crear un pánico infundado



En las informaciones sobre temas de salud hay que evitar tanto el transmitir optimismos que pueden ser infundados —por ejemplo, a propósito de investigaciones sobre tratamientos— como crear alarma sobre supuestos peligros. Este segundo aspecto es el que ha centrado la intervención de varios lectores que han criticado el artículo de Natalia Martín ¿Dormir con el móvil en la mesilla de noche? No, no, no..., publicado en la edición digital de SModa el 1 de marzo.
Carlos Casado, por ejemplo, escribe: “El miedo siempre vende, lo sabemos, pero un medio como el suyo debe distinguirse por habilitar mecanismos de control que impidan la publicación de tamañas atrocidades. El daño que provocan va mucho más allá de la confusión y el engaño: con semejantes reportajes se da rienda suelta a la irracionalidad”. Por su parte, Mauricio-José Schwarz espera del diario que no únicamente “mantenga en el futuro una actitud más crítica ante los promotores de diversos tipos de pánico anticientífico, especialmente en temas de salud (…) sino que ofrezca en el mismo espacio y lugar una contrarréplica de verdaderos científicos y expertos en el tema que puedan dar información sólida, contrastable y verificada, que es de lo que se trata la ciencia”. Víctor Marcos, en otro mensaje, subraya que “la autora hace un alegato en contra de los campos electromagnéticos, atribuyéndoles unos efectos nocivos que en absoluto han sido demostrados. Por ejemplo, causar cáncer o insomnio (…). La autora malinterpreta a la OMS y contribuye a crear un alarmismo social innecesario”. Miguel Fernández, arquitecto, recuerda que “hay una legislación vigente sobre edificación, en la que ya se regula como debe ser una correcta ventilación o qué materiales son adecuados para la construcción”. El artículo remite a una larga lista de recomendaciones elaborada por una empresa para evitar la exposición a estas radiaciones que llegan a desaconsejar el uso de un radio-despertador. Gabriel Palacios, profesor de Física, expone que “la luz misma, o la radiación térmica que proviene de cualquier objeto o persona es mucho más potente que la radiación de un móvil sobre la mesilla, del wifi, y no digamos ya de una antena situada a decenas de metros de mi cama”.
Para argumentar sobre los supuestos peligros de las radiaciones electromagnéticas el artículo cita un estudio de Bioinitiative, sobre el que se silencian las críticas existentes, varias provenientes de autoridades sanitarias, el comunicado de la OMS de 2011 y las opiniones de una persona vinculada a una firma que, precisamente, se dedica comercialmente a combatirlos. No hay en el reportaje ningún testimonio que contradiga estas afirmaciones por lo que puede instalar en el lector la convicción no únicamente de que son ciertas, sino de que nadie las discute.
Varios lectores, como Manuel F. Herrador Barrios, Jesús García González o Alberto Fernández Soto, subrayan que aunque el artículo se haya publicado en una sección de moda, ello no le exime de respetar los mismos baremos de rigor vigentes en otras áreas del diario. Herrador añadió una última consideración, que va más allá del artículo citado: “También somos muchos los que estimamos que, así como la neutralidad es una posición lícita en periodismo cuando se trata de temas de opinión, no lo es en cuestiones científicas y, por lo tanto, falsables. En estas cuestiones hay una posición que se puede verificar empíricamente, y otra que no, y por lo tanto no tiene sentido lógico conceder la misma verosimilitud a ambas”.
“Hay un ambiente de electrofobia carente de suficiente fundamento”
Es verdad que un grupo de expertos de la OMS (la IARC, Agencia Internacional para la Investigación sobre el Cáncer) en 2011 clasificó el uso de los móviles como “posible carcinogénico”. Pero como explicaba la noticia publicada entonces por este diario, también afirmaban que “no está claramente establecido que de hecho aumente el cáncer”. Además, proseguía la información, los propios representantes de la IARC admiten que “es posible” que las conclusiones no sean válidas ahora, ya que se revisaron experimentos antiguos y la tecnología ha evolucionado.
Una nota de la OMS, sobre el citado informe, afirmaba que los investigadores concluyeron que sesgos y errores limitan la solidez de estas conclusiones y evitaban una interpretación causal. Muchos estudios que alertan sobre el riesgo de las citadas radiaciones son de tipo epidemiológico, establecen indicios no causales. No hay pues investigaciones concluyentes sobre este supuesto peligro que otros estudios niegan con contundencia. Con todo, no han faltado las recomendaciones cautelares. El Consejo de Europa, en 2011, admitiendo la falta de certezas, advertía que podría haber costos humanos y económicos extremadamente altos si se descuidan las alertas tempranas. La Sociedad Española de Protección Radiológica, por ejemplo, tiene en su web una serie de consejos sobre el uso prudente de los móviles (usar auriculares, alejar los teléfonos de implantes electrónicos…).
Ya en 2001, un comité de expertos convocado por el Ministerio de Sanidad español hizo una serie de consideraciones sobre la percepción social de riesgo y la comunicación de su auténtico alcance. Y admitía que las autoridades sanitarias se ven en la obligación de tomar decisiones sobre la base de unos resultados de interpretación debido a la imposibilidad de alcanzar conclusiones absolutas o niveles de riesgo cero. El trabajo de las administraciones, proseguía, se ve dificultado aún más por “la existencia de un cierto clima de alarma sensacionalista, que ha dado lugar a un ambiente de electrofobia general carente de suficiente fundamento científico”. Alejandro Úbeda, jefe de la unidad de Bioelectromagnetismo del hospital Ramón y Cajal, fue uno de los coordinadores de aquel estudio. Úbeda precisa que la electrofobia se ha dado en la polémica sobre las antenas. Este investigador subraya que la OMS considera que los indicios proporcionados hasta ahora por la evidencia científica, sin ser demostrativos, son suficientes para definir las señales de radiocomunicación como “posibles cancerígenos, clase 2B”. Por eso Úbeda sostiene que afirmar que el uso intensivo de móviles es inocuo es una temeridad como también lo es asegurar que es nocivo. “Muchos investigadores sostenemos que las radiofrecuencias pueden inducir efectos subtérmicos, distintos de los contemplados en las normativas para la protección ante daño térmico, pero actualmente no está demostrado que esos efectos subtérmicos resulten nocivos, al menos a corto plazo. En función de ello tiene razón de ser la emisión de consejos cautelares. Pero para evitar el alarmismo, los mismos deben proceder de autoridades sanitarias estatales, conocedoras de la problemática a nivel local, y apoyarse en evaluaciones periódicas de la evidencia científica realizadas por comités nacionales de expertos independientes. La mayoría de los países cuentan con este tipo de comités. Lamentablemente, España disolvió su comité de expertos, dependiente en su día del Ministerio de Sanidad”.
Pero una cosa es el principio de precaución y otra, no reflejar el estado de la cuestión desde el punto de vista científico. Afirmar que “numerosos estudios” relacionan una prolongada exposición a radiaciones diversas con el agotamiento de los sistemas de autorregulación de los seres vivos sin tan siquiera citar otros tantos que los contradicen y evaluando la independencia de su origen crea alarma. La autora del reportaje admite el error en la administración unilateral de las escasas fuentes citadas, que sostienen una única tesis.   fuentes http://elpais.com/elpais

La historia borrada


Ahora parece que eso no pasó, que hubo una vez una guerra en Irak y el Gobierno español la apoyó



Escribió el poeta Manuel Alcántara (debo la cita al cronista colombiano Alberto Salcedo Ramos): “Lo curioso no es cómo se escribe la historia, sino cómo se borra”.
Se borra la historia, y se emborrona. Tras el 11-M se cometió el latrocinio de la historia, para poner de manifiesto como verdad la mentira que había elaborado el Gobierno.
Esa historia borrada, o emborronada, fue desmontada judicialmente, y periodísticamente. No han conseguido (del todo) su propósito los que quisieron borrarla, pero siguen aventando suspicacias que compran políticos desprevenidos o aprovechados del revuelto.
En la historia del siglo XX hubo otras historias emborronadas. La que más nos afecta es la de la Guerra Civil. Tuvieron que pasar muchos años para que dentro de España circularan versiones distintas de las inventadas por los historiadores de la Cruzada. Pero, una vez que los historiadores de aquí y de allá llegaron a algunas conclusiones más o menos coincidentes, surgió en España la historia del irrespeto; supuestos historiadores que se arrancaron de lo más mezquino de su alma la inquina que llevan dentro consiguieron confundir hechos con opiniones, hicieron que estas sobresalieran y lanzaron contra la memoria de las víctimas y de lo que ocurrió el humo de su propia confusión.
Ahora hemos vivido con cierta perplejidad, porque 10 años en estos tiempos son más que una década y que un siglo y ahora parece que eso no pasó, que hubo una vez una guerra en Irak y que el Gobierno español de entonces tuvo la maldita ocurrencia de apoyarla y de ingresar en ella con armas y con hombres. Durante estos años hemos sabido de torturas; también hemos conocido que la guerra no sirvió para nada y que ahora aquel país masacrado es un país provisional, roto, inservible para la convivencia. Un país sin atributos.
Los que se confabularon para que esa guerra maldita tuviera lugar tienen nombres y apellidos, fueron fotografiados; basaron el destino de su flecha mortal en una información que no era cierta, sobre cuya veracidad juraron en público invocando su pasión respectiva por la verdad. Tuvieron la desfachatez de provocar al vecindario mundial aterrándolo con la noticia, “es verdad, yo lo sé”, de que Sadam tenía en su arsenal armas de destrucción masiva.
Estaban escribiendo la historia, y en realidad la estaban torciendo y la estaban borrando. Ahora tenemos más documentos (este periódico publicó, de la mano de Miguel González, uno escalofriante; también lo han querido emborronar) que indican que esa implicación nuestra fue tan aviesa como las otras, que tampoco era verdad nuestra conducta humanitaria, nuestro viaje tan solo para ayudar a cultivar plantas y otros frutos. Los practicantes de la mentira de entonces luego no se han sentido impelidos a respetar su ser más íntimo confesando que no sabían, que no tenían ni idea de que la razón de la guerra no era sino la pasión de aplastar al enemigo, y ni han pedido perdón por mentir para hacer lo que hicieron.
Han querido borrar la historia, emborronarla. Ahora el humo de las batallas está en las hemerotecas y no lo pueden disipar.
jcruz@elpais.es   fuentes http://elpais.com/elpais

También cambió a España


ak ha transformado a Estados Unidos y a todos los aliados que participaron en la aventura



No hay disparo sin retroceso. La violencia puede terminar con la vida de quien la sufre, pero siempre modifica a quien la ejerce. También queda herida la mano que golpea. La guerra de Irak, como todas las guerras, ha cambiado a Estados Unidos. Y a cada uno de los aliados que participaron en aquella aventura, incluidos los más pequeños. Todo eso es parte de una muy vieja sabiduría, no siempre atendida, que aconseja mucha prudencia antes de tomar las armas, sobre todo si se trata de iniciar las hostilidades, de disparar primero, aun cuando sea con la excusa de evitar que dispare el otro.
Hace una década, cuando empezó la guerra, quien quiso saberlo ya lo sabía. Las armas de destrucción masiva eran una leyenda fabricada por quienes habían decidido de antemano terminar con Sadam Husein, ocupar Irak, transformar de arriba abajo Oriente Próximo y, ante todo, dar una soberbia lección a quienes habían osado atacar a Estados Unidos el 11-S o simpatizaron con el terrorismo. Los bombardeos sobre Afganistán en 2011 y 2012 fueron solo un aperitivo: en la noche de la conmoción y del pavor sobre Bagdad (shock and awe) anunciada por Bush se sintetiza la respuesta jupiterina de la superpotencia ofendida y airada.
Una vez ya estuvo en marcha, apenas importaron los motivos de la guerra preventiva y pudieron salir a la luz las enormes ventajas materiales que iban a obtenerse: el petróleo, el alivio para Israel, los negocios que iban a hacer los amigos (España entre ellos, según Jeb Bush). A diez años vista, podemos echar las cuentas de aquel cuento de la lechera: en pocas ocasiones una superpotencia se ha infligido a sí misma una derrota tan severa, en costes económicos y humanos, pero sobre todo en retroceso geopolítico en toda la región y en el mundo en el preciso momento del ascenso de los países emergentes, con China a la cabeza.
Con la guerra de Irak, José María Aznar rompió definitivamente el consenso en política exterior, identificado con un locoide ensueño de grandeza. Recordemos algunas de sus frases de justificación posterior: “España está por fin donde tiene que estar, con las dos democracias más importantes, y se reconcilia con su naturaleza atlántica”; “España estuvo en las Azores porque no pudo participar en el desembarco de Normandía, que es donde debíamos haber estado”; “España asume sus responsabilidades, defiende unos valores universales como son la libertad, la democracia y el respeto a la ley, y cumple la que debe ser la ambición de todos los españoles: estar entre los grandes países del mundo”. Es evidente que la crisis actual, política y moral además de económica, es hija también del efecto de retroceso que produjo aquel disparo de Aznar tan desafortunado y del que debe todavía una explicación en forma a los españoles.   fuenteshttp://elpais.com/elpais

Qué democracia


Los recortes son rechazados por su contenido y por el modo poco democrático de adoptarlos




Solo los mejor intencionados atribuyen la catástrofe de la vía chipriota de intervención europea (sea cual sea su final) al mal hacer de Bruselas, llámese Comisión Europea, Eurogrupo, troika, etcétera. La lectura crítica del asunto tiene más que ver con la ideología que con la mala gestión, dado que esa decisión (la confiscación de una parte de los ahorros, a través de un impuesto a los depósitos bancarios, y cierre temporal de las sucursales) como otras muchas son tomadas siempre en la misma dirección y con idéntica naturaleza. A saber:
 — Muchas de las medidas que se aplican no se discuten en la plaza pública, los Parlamentos, como correspondería, sino que son analizadas —y aprobadas— en lugares opacos, de los que no se conocen ni las actas de la polémica ni las posiciones a favor y en contra de las mismas. En Chipre hubo elecciones hace escasas semanas, y ninguna de las formaciones llevaba en sus programas y en sus propuestas declarativas nada que pudiera recordar al corralito de la última semana. Y sin embargo, en el Eurogrupo (17 ministros de Economía) hubo unanimidad, inmediatamente corregida a raíz del escándalo montado, sobre la quita a los depositantes de Chipre. El estupor ciudadano estaba asegurado, así como la sensación de que lo experimentado en un país pequeño podía trasladarse a un país mayor.
— Todas las políticas económicas tomadas van en la misma dirección (austeridad, recortes...) en una especie de pensamiento único compacto, independientemente de las distintas circunstancias de cada uno. Aunque la aplicación de esta austeridad única haya acelerado la pobreza, el paro y la desigualdad entre los ciudadanos. Además, las reformas institucionales van, también todas, en el mismo sentido: quitar soberanía a los países para cedérsela a no se sabe quién.
— Las políticas se toman en instituciones (Comisión Europea, Eurogrupo, Banco Central Europeo, Fondo Monetario Internacional...) que no pueden ser castigadas (o premiadas) por el fracaso o el éxito de su acción a través del mecanismo del voto. Son instituciones autónomas del voto, al menos en primera instancia. Así pues, sus incentivos para obtener el bienestar de los ciudadanos a corto plazo es más bien escaso.
La percepción de que las políticas aplicadas por Bruselas y Fráncfort no responden a las demandas de los ciudadanos, y que son subsidiarias del poder central europeo (Alemania), es cada vez mayor, y el alejamiento de Europa aumenta. La opinión de cada vez más gente de que se delega la política económica principal en manos de tecnócratas o de organismos supranacionales no elegidos directamente debilita el sentido de la democracia. El descontento se manifiesta no solo con el contenido de las políticas de consolidación a ultranza y de talla única, sino también con las formas “poco democráticas” con las que se están imponiendo.  fuentes http://elpais.com/elpais/

Desgobierno


Falta de autoridad y confusión de responsabilidades resultan en una sensación de desasosiego



La sensación de desgobierno crece día a día, en España como en Europa, y, sin embargo, los Gobiernos actúan de modo extremadamente intervencionista. ¿Cómo se explica esta paradoja? Los Gobiernos aprietan y, sin embargo, cunde entre la ciudadanía la sensación de falta de autoridad. ¿Por qué? La crisis ha demolido la imagen no solo de la política, sino de las clases dirigentes en general, a quienes la sociedad ve cada vez más cómplices de una gran impostura que llevó a un desastre que hubiese podido ser evitado si no fuera por la codicia de unos y la incompetencia de otros. La intransigente imposición de las políticas de austeridad ha provocado una deriva de nuestros regímenes democráticos hacia el autoritarismo. El complejo sistema de poder europeo ha generado fundadas dudas sobre la capacidad real de los Gobiernos, al tiempo que ha relegado la legitimidad democrática a segundo plano. Las instituciones nacionales están sometidas a una Unión Europea falta de cuajo político, a través de un Consejo, expresión de un tratado intergubernamental y, por tanto, regido por la ley del más fuerte —Alemania, por el momento—, y de una Comisión, portadora de la verdad de los expertos, configurando un sistema de poder en el que la legitimidad que emana de los ciudadanos tiene un papel secundario. El resultado es la sensación de que los Gobiernos imponen mucho, pero mandan poco, y que los gobernantes carecen de autoridad. No resultan convincentes en sus palabras, ni fiables en sus acciones. Falta de autoridad y confusión de responsabilidades dan como resultado la sensación de desgobierno, que siempre es un factor de desasosiego social. Como cuenta Borges, los humanos preferimos que en el centro del laberinto haya alguien, aunque sea el Minotauro, porque no hay nada más inquietante que el caos, la idea de que no hay nadie al mando, ni siquiera el maligno. Por eso gustan tanto las teorías conspirativas.
La crisis de Chipre va camino de convertirse en el icono de esta sensación de desgobierno y confusión. Cuando los que mandan violan los propios fundamentos de su mandato y después se desentienden de sus propias decisiones es que algo falla en el funcionamiento del sistema de poder europeo. Alemania propone, los demás aceptan sin rechistar. “Un buen acuerdo”, dijo un portavoz del Gobierno español. La opinión pública se indigna, Chipre estalla, los mercados emiten señales de inquietud y todos reniegan de lo que habían decidido por unanimidad. Se quiebran las garantías jurídicas y se eluden las responsabilidades políticas. Puro desgobierno.
A la falta de autoridad, a la confusión de poderes y a la promiscuidad entre poder político y poderes contramayoritarios se unen otras causas estructurales para configurar esta agobiante sensación de que nadie manda. De una parte, la contradicción, propia del paradigma neoliberal, de unos Gobiernos que despotrican del Estado, que, como dice Daniel Cohen, ceden la dirección del mundo a la economía “en un momento en el que las necesidades sociales migran hacía sectores que tienen dificultades para inscribirse en la lógica mercantil: la sanidad, la educación, la investigación científica y el mundo de Internet”, pero que al mismo tiempo intervienen en todos los ámbitos en una verdadera cruzada para impregnar a la ciudadanía de los valores del mercado. De otra parte, la disolución de las clases medias, catalizadoras de la cultura de gobierno, en las que se ha abierto una gran fractura entre integrados y excluidos. Y en tercer lugar, los efectos todavía imprecisos de la irrupción de Internet, que ofrece grandes potenciales para un mayor control de los gobernantes, pero también una explosión de narcisismo que hace cada vez más difícil mantener la división democrática básica entre lo público y lo privado.
Esta sensación de desgobierno se ha agravado, evidentemente, por la explosión encadenada de los casos de corrupción de las últimas décadas en España. Cuando las dos cabezas de un régimen bicéfalo: la aristocrática (el jefe del Estado) y la democrática (el jefe de Gobierno), están sometidas a chantaje, el desgobierno acecha. Al mismo tiempo, la crisis de Bankia quedará para siempre como símbolo de un desgobierno que no es solo de la política, sino de las clases dirigentes en general. La corrupción siempre estalla con retraso. Mientras los Gobiernos son fuertes y con autoridad, la corrupción se hace invisible. En el fondo, nadie la quiere ver, porque el temor del poder se impone. Por eso la emergencia de la corrupción acompaña casi siempre a la crisis de autoridad del poder y es una señal de desgobierno. Es la constatación de que a veces entre el gobierno y el desgobierno solo hay una cuestión de apariencias. fuentes http://elpais.com/elpais

Algo impopular


La clase política protagonista de la corrupción no llegó en un platillo y anuló nuestra voluntad


En ciertas ocasiones pienso una cosa y la contraria. Y ustedes tienen la culpa. Escribo un artículo exponiendo una idea con una firmeza que hasta a mí me deja asombrada, al día siguiente recibo una carta rebatiendo mi tesis y de pronto veo cómo mi argumento flaquea en matices. No debería decirlo, porque las personas respetables son las que consideran que ceder es rendirse. No debo de ser muy respetable. Pasa que el otro día escribo una columnilla sobre cómo los alemanes celebran la política de castigo económico de Merkel, y una lectora me escribe desde Alemania diciéndome que no todos los alemanes disfrutan penalizando a los del sur y que no toda la responsabilidad sobre lo que ocurre en España es externa. La carta de un lector que te reprende molesta como un pellizco de monja, pero como hace tiempo aprendí a perder una discusión, escribí a esta española que vive en Múnich diciéndole: de acuerdo, tiene usted razón en parte, no todos los alemanes son como Merkel, desgraciadamente sí los que la llevan al poder; de acuerdo, tampoco Alemania es responsable de la burbuja inmobiliaria, sí del crédito fácil que prestó a España para que ellos pudieran reconstruirse como nación. Solamente hubo algo en lo que me mostré radicalmente en contra: la lectora afirmaba que en estos momentos es más in atribuir toda la responsabilidad de la situación a elementos externos que reflexionar sobre aquello que se hizo mal. Y ahí sí que no. Estoy tan acostumbrada a llevarme más de un palo por ser poco in entre los que son de mi cuerda que considero injusta esa apreciación. Es cierto que lo más popular en estos momentos es afirmar que la clase política y empresarial que protagonizó la corrupción nada tenía que ver con nosotros, que todos ellos llegaron a España en un platillo volante y con sus poderes diabólicos anularon nuestra voluntad. Y que lo único que haría falta para acabar con esta invasión de sinvergonzonería y mediocridad sería encontrar el platillo para mandarlos de vuelta a su planeta.
No, ya no me importa ser impopular o que alguien me escriba diciéndome: “Usted me ha decepcionado”, que puede traducirse como: “¿Por qué no escribe usted exactamente lo que pienso yo en todos los aspectos de la vida?”. Nada mejor que un ejemplo para mostrar mi escaso interés en ser superguay. Es algo sobre lo que todos aquellos que en algún momento hemos mostrado nuestro desagrado sabíamos que saldríamos escaldados. Ocurrió de nuevo la semana pasada. El histórico botellón, esa tradición española de unos veinte años de antigüedad consistente en que miles de jóvenes, algunos menores de edad, se reúnen en una plaza para beber hasta morir durante toda una noche dejando a su marcha un rastro de orines, vómitos y botellas de plástico. Siempre que algún periodista aborda en un reportaje el asunto tiene la deferencia de entrecomillar las palabras de un joven reivindicativo que justifica su actitud diciendo que los bares son demasiado caros como para poder beberse en ellos más de una copa. Es posible que algunos padres de los que leen por la mañana el periódico mientras el hijo todavía duerme la mona suspiren pensando en ese mundo tan injusto en el que su chico no puede emborracharse acodado a una barra como está mandado y tiene que hacerlo, ay, a la intemperie. Queda feo apostillar que son muchos los adultos que tampoco tienen dinero para tomarse más de una o dos copas. Y más feo aún añadir que puede que sea mejor tomarse solo una o dos copas.
Pero los Ayuntamientos, urgidos por los vecinos que estaban hasta el moño de no poder dormir, decidieron sacar el bebercio de la ciudad y crear botellódromos, espacios de ocio imprescindibles en cualquier sociedad civilizada que nacen con la pretensión de acabar con esa injusticia insoportable de que un joven solo pueda tomarse una copa y evitar, a un tiempo, las airadas protestas de los intolerantes vecinos. Losbotellódromos se situaron en las afueras, de tal manera que en Granada dicho espacio cultural se encuentra en uno de los accesos a la ciudad. Allí acudieron la semana pasada 18.000 criaturas que con su sola presencia provocaron un atasco causante de retenciones de hasta seis kilómetros en la carretera de circunvalación, dejando atrapados en sus coches a todos aquellos sosainas que no participaban en dicho evento cultural. Como resultado de la velada se recogieron 49 toneladas de basura, dejando a un lado el gasto en efectivos de policía local, autonómica y nacional enviados para custodiar este acontecimiento bautizado poéticamente como la Fiesta de la Primavera. Los empresarios de los hipermercados, contagiados también de la fe juvenilista de la que es devota la clase política, le han propuesto al Ayuntamiento trasladar a los chiquillos a un solar muy bonito que hay a tomar por saco. El caso es que a nadie se le pasa por la cabeza que tal vez ese presupuesto que se destina a proteger a los participantes del evento y borrar la huella de la basura que dejan a su paso pudiera dedicarse a algo más provechoso. Puedo sonar viejuna diciendo esto, pero no saben la ilusión que me haría el que fueran otros jóvenes los que reclamaran que lo que se gasta en tal gilipollez se dedicara a potenciar un futuro que pinta bastante negro.
El dinero para proteger a los participantes del botellón podría dedicarse a algo más provechoso   fuentes http://elpais.com/elpais

Las graves noticias que llegan del Este


Son necesarias medidas urgentes contra la deriva racista de Hungria



En la Unión Europea no parece existir más que el sur, un sur indisciplinado, que pone en peligro el euro y que desespera a los austeros protestantes del norte. Pero ya se sabe que “noticias es lo que llega del sur, del norte, del este y del oeste. Cuando solo llegan de un punto del compás, se trata de propaganda, no de noticias”, como aclaraba en el siglo XVIII un político inglés, Benjamín Disraeli, famoso por su oratoria, rapidísima y feroz. Cuando Gladstone le predijo que moriría “ahorcado o de una enfermedad venérea”, le contestó sobre la marcha: “Señor, eso dependerá de si me abrazo a sus ideas o a su amante”.
Pero el principal don de Disraeli, inestimable en un político de cualquier siglo, era su capacidad de observación. Si se ejerce ahora, se constata que la UE se ha olvidado del compás.
Nadie puede negar que los problemas que plantea el sur, siempre relacionados con la moneda única, son serios, pero en el este están pasando cosas, relacionadas con los derechos humanos, de las que nadie parece querer hablar y que son extraordinariamente graves. Tanto como para que el líder de los liberales europeos, el eurodiputado belga Guy Verhofstadt, ex primer ministro, propusiera este jueves que se aplique el artículo 7 del Tratado de la Unión y se asigne la máxima sanción posible, es decir, que se retire el derecho a voto dentro de la UE, no a Chipre, sino a Hungría.
Mes tras mes, el Gobierno del conservador Viktor Orban, que posee mayoría absoluta en el Parlamento de Budapest, va exhibiendo sus rasgos más ultraderechistas y haciendo aprobar nuevas leyes que restringen libertades, acosan a las minorías y violan la independencia judicial. Cierto que Durão Barroso ha hecho alguna llamada telefónica a Orban expresando su protesta, pero no se tiene constancia de que lo hayan hecho los poderosos líderes europeos, como Merkel, Hollande o Cameron. Tampoco sabemos que Rajoy haya mandado llamar al embajador húngaro.
¿Tienen otras cosas de las que preocuparse? Sin duda, pero nada debería ser más urgente que Hungría y la actitud desafiante de su Gobierno.
¿De qué han servido las llamadas de Durão? De nada. La semana pasada, el Gobierno de Orban concedió los premios más importantes del país a un periodista que es un notorio antisemita y que califica a los gitanos de “no humanos”; a un arqueólogo que asegura que los judíos eran traficantes de esclavos en la Edad Media y a una banda de rock que ameniza los desfiles del partido nazi Jobbik, el mismo que aterroriza a los gitanos con sus frecuentes agresiones por pequeños pueblos del interior del país.
Ferenc Szaniszlo (quedémonos con su nombre para negarle donde sea posible la condición de periodista) lleva uno de los programas más populares del canal de televisión propiedad del Gobierno, pero el ministro responsable del premio se burló de quienes le criticaban alegando que no tenía conocimiento de las opiniones racistas del periodista. El canal de televisión, por su parte, alega que Szaniszlo ya fue multado (con 500 euros) cuando llamó “monos” a los gitanos. Claro que otro periodista, Zsolt Bayer, fundador del partido gobernante, Fidesz, escribió en su diario que los miembros de la minoría gitana (7% de la población húngara) son “animales”, “no aptos para la convivencia con las personas”.
Guy Verhofstadt llama la atención sobre el recorte de los poderes de la Corte Constitucional de Hungría, el único freno que ha existido hasta ahora al Gobierno de Orban. “Ya no estamos ante una situación de riesgo”, escribe el liberal belga, “estamos ante una brecha, persistente y sistemática, en los valores democráticos de la Unión”.
El llamamiento formal de Verhofstadt debería resonar en los oídos de todos los europeos: “Llamo a todos cuantos en Europa creemos que este continente está construido sobre valores comunes y derechos fundamentales a tomar inmediatamente medidas”. “Apelo a la Comisión Europea para que active el artículo 7 del Tratado de la Unión, abra el procedimiento previsto y suspenda, por mayoría cualificada, algunos derechos (del Gobierno húngaro), incluidos los derechos de voto”.
solg@elpais.es  fuentes http://elpais.com/elpai

Estar vivo


ras una manifestación contra la corrupción y los desahucios, ¿se puede uno tomar un whisky y ser feliz sin despreciarse?


A una edad este superviviente había comenzado a dividir su futuro en plazos de tres meses. Sus deseos nunca iban más allá. Concebía la vida como una letra de cambio a 90 días que había que renovar siempre con permiso de la fortuna. Había pasado el invierno sin demasiados quebrantos y habiendo llegado sano y salvo al equinoccio de primavera, este individuo levantó su propio horizonte como si fuera un gran cartel y lo colocó bien visible tres meses más allá colgado del 21 de junio, en el próximo solsticio de verano. Esta vez una parte del nuevo horizonte era azul, puesto que se veía una playa con palmeras y hamacas donde pasaría las vacaciones. Había sometido su vida a trayectos cortos para poderlos vivir con relativa intensidad. Esta primavera se propuso no agachar la cabeza ante cualquier ignominia; tampoco dejaría de protestar, de maldecir, de manifestarse frente a la villanía de políticos y banqueros; sería uno más entre los indignados que iban detrás de una pancarta; firmaría el panfleto más iconoclasta, revolucionario o nihilista que le presentara el comité de jóvenes airados, pero no estaba dispuesto a que la cólera colectiva le privara de los placeres a los que tenía derecho, porque sabía que mientras los cócteles molotov se estrellaran contra los escaparates y la ciudad ardiera, también estarían floreciendo bajo el fuego las acacias. Se enfrentaba al eterno dilema: luchar a muerte o sobrevivir. Después de sumarse con furia a la manifestación contra la corrupción y los desahucios, ¿podría tomarse un whisky sin que le atormentara la mala conciencia y ser feliz sin despreciarse? En el horizonte, a tres meses vista, se dibujaban algunas siluetas que le ofrecían motivos para no rendirse. En verano volvería a ver a aquella chica de la bicicleta de la que estaba enamorado. Llegado sano y salvo al solsticio del 21 de junio este superviviente se concedería otros tres meses de plazo. Antes de vivir con intensidad el verano agarraría el horizonte y colocaría el cartel de su vida en el equinoccio de otoño, con un paisaje de hojas amarillas. Entonces la ciudad seguiría ardiendo, pero a la injusticia se uniría la vendimia y mientras en los viejos odres fermentaba el vino nuevo, éhttp://elpais.com/elpaisl había alcanzado el gran proyecto de estar vivo.
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Pataleo


Se han mostrado tan recalcitrantemente sordos con la Ley Hipotecaria que yo diría que se han ganado a pulso que les peguen unos cuantos gritos en el portal



Vamos a ver: ¿llueven meteoritos ardientes de los cielos y el Papa se funde en un abrazo con el Antipapa, y nosotros nos preocupamos de los escraches? Me he puesto apocalíptica porque usar la realidad me parecía aún más duro, o sea: ¿estamos hasta las cejas de financiaciones ilegales, ERE corruptos, políticos y banqueros rapiñadores, y nosotros nos preocupamos de los escraches? A mí, por el contrario, cada día me admira más la moderación de la sociedad española, la capacidad de aguante de los ciudadanos y lo poco que recurren a la violencia, sufriendo tantos lo mucho que sufren (eso sí, lo he dicho y lo repito: si consiguen desmantelar del todo la sanidad pública veremos correr sangre, porque con la salud de tus hijos no se juega).
La gente es buena, en fin, y lo es pese a la contumaz cerrazón de nuestros dirigentes. Ni el PSOE ni el PP hicieron nada por paliar la carnicería de los desahucios; si algo se mueve ahora es gracias a la presión popular. No es de extrañar que el 81% de los españoles confíe en las plataformas sociales para solucionar este drama, mientras que en el PP solo confía un 11% y en el PSOE, un 10%. Se han mostrado tan recalcitrantemente sordos con la Ley Hipotecaria que yo diría que se han ganado a pulso que les peguen unos cuantos gritos en el portal. Sí, es cierto, el escrache puede derivar en esa cosa tan atroz e inadmisible que es el matonismo y el linchamiento. Pero creo que la mejor forma de fomentar esta deriva es demonizando las protestas populares. Limitemos las broncas a la acera de enfrente, sin aporrear puertas (no hay que asustar niños) y desde luego sin violencia: es lo justo y también lo más útil, porque, si no, perderán apoyos populares. Pero que no me digan que, después de tantos años sin que nadie responda, la gente no tiene por lo menos derecho al pataleo.
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Dimes y diretes


Tengo una gran debilidad por las expresiones o palabras que detesto. Por el puro hecho de detestarlas cada vez que las escucho se me viene una sonrisa a los labios. “Dimes y diretes” es una de esas expresiones que me provocan alergia emocional. Si además la frasecilla es utilizada por Cospedal para espantar el asunto de la contabilidad B de su partido nos situamos a un nivel de un libreto zarzuelero.
A Cospedal, dice, lo que le preocupa es sacar a España de la crisis. No va a perder su tiempo con dimes y diretes, como así no van perderlo sus colegas de partido, que desde que el caso Bárcenas se ha judicializado se han refugiado cada uno en su concha siguiendo la táctica del molusco, patentada por Rajoy y que deberían estudiar politólogos de todo el mundo.
Pero hay ya una impaciencia colectiva; una hartura clamorosa por el hecho de que nada sea sancionado o castigado con cierta celeridad; una necesidad de que las malas prácticas provoquen expulsiones o dimisiones; un deseo imperioso de que alguien, de una puñetera vez, vaya a la cárcel. Los juicios se alargan insoportablemente, los políticos se acusan unos a otros para salvar su honorabilidad y existe la sensación de que las responsabilidades personales se diluyen tras las siglas de los partidos. Nada parece tener un desenlace, ni el caso Bárcenas, ni el ERE andaluz, ni el juicio de Urdangarin. Se han convertido en secciones diarias de la prensa que por su duración acabarán apareciendo bajo el título “dimes y diretes”. Pero el cabreo sordo de la ciudadanía seguirá creciendo, algunos opinadores (entre los cuales no me encuentro) justificarán una violencia que me temo que acabará por producirse si los políticos no salen de esa concha en la que se refugian, aceleran el castigo a los culpables y muestran una solidaridad activa con los desahuciados.
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El escrache


El problema es que exploten pocos: eso proporciona excusas a los carceleros del régimen



Si existiera un termómetro para medir la temperatura de la sangre cuando bulle de indignación, habría que observarlo atentamente. Entre la repugnancia que producen los malintencionados disparates verbales de los meninos y meninas del Gobierno, y su malévola gestión de nuestros asuntos, parece difícil no reconocerse a uno mismo en permanente estado de preescrache. Somos muchos los que no hemos salido del armario de nuestra ira individual. Pero los cazos casi hierven, aunque todavía no sepamos en qué momento abandonaremos nuestras cocinas para ir a depositar las rebeldías en el caldero común. Un caldero que hay que verter, claro que sí, a las puertas de los responsables.
Sería un milagro que semejante paso colectivo se llevara a cabo sin una dosis de violencia, dada la violencia social y moral que el propio Gobierno aplica con sus decretazos cotidianos, a fuego rápido. ¿De verdad creen que alguien que no tiene con qué dar de comer a sus hijos y que se ha quedado sin techo no acabará por estallar? El problema es que exploten pocos: eso proporciona excusas a los carceleros del régimen. Si lo hiciéramos muchos, muchísimos, ya no sería escrache, sino una actitud mayoritaria más valiosa que los votos que condujeron a los verdugos hasta aquí.
Estamos hartos, eso queda claro. Canalizar la hartura es nuestra tarea más importante. El escrache, ¿les ofende? ¿No les parece democrático? ¿Únicamente ustedes pueden cargarse la democracia, desde lo alto, para imponernos esto?
En Wikipedia se dan muchas versiones del origen de la palabra lunfarda escrache, pero a mí me gusta uno que ni siquiera es su origen. Fonéticamente, me recuerda el verbo francés cracher, escupir, y muy especialmente la novela de Boris Vian J’irai cracher sur vos tombes, que trata de la venganza de un mulato contra la tiranía de los blancos. Pues 
eso. fuentes http://elpais.com/elpais

La destrucción de la democracia


El mal gobierno ha erosionado, sobre el fondo de la crisis, las instituciones representativas



En el 60º aniversario de la muerte de Stalin, conviene recordar la complejidad de su estrategia de destrucción de la democracia, llevada a cabo en los países ocupados por el Ejército soviético entre 1945 y 1948. A diferencia de Lenin, Stalin era consciente del apego de los trabajadores europeos a las instituciones representativas, algo que no había sucedido en la Rusia zarista. Allí el salto fue bien fácil. Había, pues, que desmantelar la democracia representativa desde su interior hasta alcanzar el monopolio de poder de los partidos comunistas, que acabara convirtiendo las “democracias populares” en sucedáneos de la dictadura del proletariado.
Desaparecida la URSS, la reducción progresiva del espacio democrático ha seguido un itinerario similar en las vías hacia el autoritarismo seguidas tanto en la Rusia de Putin como en la constelación chavista de Latinoamérica. Sin olvidar la vergüenza que para la UE representa la Hungría de Viktor Orban. Las elecciones sobreviven, pero mediatizadas por el creciente control desde el poder de las instituciones —jurídicas, militares— así como de los medios de comunicación, sustituyendo la limitación de mandatos por la perpetuación en el poder del líder carismático, una y otra vez reelegido a favor de un cerco a la oposición como el que en plena histeria registra hoy Venezuela, acentuado incluso tras morir Chávez.
En Europa occidental, sobre fondo de la crisis económica, la erosión de la democracia ha sido causada por el mal gobierno. Tanto en Italia como en España, el desenvolvimiento del proceso degenerativo ha sido de naturaleza fundamentalmente política, y en ambos casos ha provocado un divorcio perfectamente justificable entre la opinión pública y la clase política, con el efecto inmediato de quebrar la adhesión de los ciudadanos a la democracia representativa.
De nuevo entre nosotros “España real” frente a “España oficial”, instalada además esta sobre la basura de una corrupción con implicaciones políticas que afecta a los dos grandes partidos, PP al frente —Gürtel, Bárcenas, Sepúlveda— y que por consiguiente los mismos evitan cuidadosamente analizar, salvo cuando un escándalo sirve para atacar al adversario. Resulta además asombroso comprobar hasta qué punto desprecian las demandas bien concretas procedentes de la sociedad. Solo cuenta para los líderes, con particular incidencia catastrófica sobre el PSOE, llegar a las siguientes elecciones. Del PP, qué decir, salvo que únicamente rectifica —privatización de la sanidad— ante las incesantes movilizaciones. Estas siguen siendo el único cauce para defender la democracia.
Sin atender a la grave situación italiana, el payaso-dictador Grillo ordena eliminar
todo compromiso
con las reformas
En Italia, el marasmo viene de atrás, a partir de la crisis de la Tangentópolis en los noventa, y fue resuelta mediante la instauración de la “videocracia”, una forma degenerativa de poder asentada sobre la colusión entre intereses económicos, corrupción y monopolio de la imagen. Todo ello en manos de un auténtico tahúr de la economía, del sexo y de la política. Dispuesto, llegado el caso, como en la escena final de Il caimano, de Nanni Moretti, a hacer saltar todo por los aires si los jueces le condenan. Dado su predominio político desde 1994, la degradación alcanzó a todo el sistema, y ni siquiera los recientes esfuerzos del centro-izquierda por potenciar la democracia interna han logrado atenuarla.
Es aquí donde entra en escena el Movimiento 5 Estrellas de Grillo, en aplicación del criterio de oportunidad política. Como en 1917, como en la caída del sah. El protagonismo de la red parece hacer hoy realizable el sueño rousseauniano de eliminar la representación política, por una democracia directa que fije desde la base social las decisiones, la llamada democracia líquida. Solo que en 5 Estrellas, el movimiento está sometido a un centro de poder personal, Beppe Grillo, con la asistencia de su cerebro informático (Casaleggio). El antipoliticismo, de evocación ácrata, funciona en los nuevos grupos de afinidad locales (meet-up), pero, como se ha visto, no en las opciones estratégicas trazadas desde su blog por Papá Pitufo Grillo (él llama Gargamel a Bersani) y exigidas a diputados y senadores, sin posible disidencia: son transmisores, ahora con comisarios informáticos a su lado, para evitar fugas de conciencia. Sin atender a la gravísima situación italiana, el payaso-dictador ordena la eliminación de todo compromiso con las reformas; así el centro-izquierda de Bersani es su blanco principal y Berlusconi su gran beneficiario. Su consigna frente a los demás es “Vaffanculo!”. Él mismo se la tiene bien ganada; la desesperación social le ampara y legitima.
La explosión de pluralismo de la red desemboca así en un grado máximo de manipulación, al servicio de una “democracia de la plaza pública” en torno a un Líder. A la destrucción de la democracia acompaña la inevitable deshumanización de los enemigos —políticos, prensa, sindicatos— para los grillini, y de estos en sí mismos, privados de capacidad de pensar y decidir.
Con Berlusconi lanzado al asalto y Monti encarnando la frustración, sorprende que incluso el presidente Napolitano haya perdido el rumbo, desde el día en que avaló implícitamente el asalto de los berlusconianos al Tribunal de Milán, llamando a capítulo a la magistratura. En el encargo para formar Gobierno, ha optado por la equidistancia, condicionando al máximo a Bersani. Berlusconi, exultante. Triste final de mandato y callejón sin salida.
Antonio Elorza es catedrático de Ciencias Políticas.
fuentes http://elpais.com/elpais

Sanidad: ¿podrían salirnos las cuentas?


Con el dinero defraudado al fisco cada año se financiaría el sistema de salud



Para situarnos adecuadamente, comencemos por recordar algunos datos. Según el documento elaborado por la nada sospechosa PricewaterhouseCoopers, SL (PwC), denominado Diez temas candentes de la sanidad española para 2012, y citando fuentes de la OCDE y del Banco Mundial, en España el gasto sanitario per cápita en 2009 era de 3.067 dólares, frente a los 3.233 dólares de media en la OCDE, es decir, un 5,1% inferior. Con ese nivel de gasto, y siempre respecto a esta misma media, nuestro país disponía de un número ligeramente superior de médicos, casi la mitad de enfermeras, significativamente menos camas por cada mil habitantes, menos unidades de resonancia magnética y menos unidades de tomografía computarizada. En cambio, disponíamos de un mayor número de consultas externas y donde se disparaba nuestro gasto era en el gasto farmacéutico per capita (529 dólares frente a los 487 de media de la OCDE).
Ese era, para bien y para mal, el paisaje que se dibujaba en nuestro sistema sanitario a la luz de los datos, un sistema que, con sus virtudes y carencias, situaba a nuestro país, según los últimos estudios publicados en este sentido por la Organización Mundial de la Salud, referidos a 2000, en el séptimo puesto mundial, muy por delante de otros países como Alemania (en el puesto 25) o Estados Unidos (en el 37). Este estudio obtuvo tantas críticas, de quienes no salían especialmente favorecidos en la foto, que no ha vuelto a reeditarse, pero casi nada ha cambiado.
Es inadmisible que, aprovechando la crisis,
se desmantele un
sistema modélico
Lo que admite poca discusión es que el grado de satisfacción con que cuenta el sistema sanitario público en España es elevado. Un sistema que no solo es valorado desde un punto de vista técnico y profesional, sino por lo que representa desde el punto de vista de la igualdad y de la justicia social y por lo que aporta en el ámbito más básico de nuestras necesidades humanas. Tanto es así, que ni siquiera el Plan de Medidas de Garantía de la Sostenibilidad del Sistema Sanitario Público de la Comunidad de Madrid, origen de las últimas movilizaciones en el sector, se atreve a cuestionar su calidad. Por el contrario, para justificar su reforma privatizadora lo que argumenta es lo siguiente: “Tenemos una sanidad pública excelente, de calidad, que llega a todos, pero en la actual situación no tenemos ingresos suficientes para que todo siga funcionando exactamente igual. Podemos obtener los mismos resultados, o mejorarlos, pero tenemos que hacerlo de otra manera”.
¿Y cuál es esa otra manera? Por supuesto privatizando. De momento seis hospitales construidos en 2008 y un 10% de los centros de salud. Es decir, que aunque nuestra sanidad pública sea excelente y de menor coste que la media de países de nuestro entorno, como nuestros ingresos son bajos, lo que hay que hacer es cambiar de modelo. ¿Y no sería más lógico cambiar nuestro modelo tributario y luchar de verdad contra las grandes bolsas de fraude fiscal para obtener más ingresos? Aunque me repita, y seguiré haciéndolo hasta que alguien me rebata estos datos o todo el mundo los conozca, según Eurostat los ingresos públicos en relación con el PIB están en España nueve puntos por debajo de la media de la zona euro. Estamos por tanto hablando, con un PIB de más de un billón de euros, de una brecha que nos supone dejar de ingresar unos 100.000 millones al año, de los cuales, según el estudio realizado por la consultora i2 Integrity, nada menos que 70.000 millones corresponderían al fraude fiscal. ¡Y lo único que se les ocurre a algunos es cambiar de modelo de gestión! Por cierto, como es conocido, la financiación pública del Sistema Nacional de Salud asciende a 68.000 millones de euros. ¿A que podrían salirnos las cuentas?
Considerando este último dato, y mirándolo desde otra perspectiva, la verdad es que se entiende perfectamente este afán por encauzar nuestra sanidad hacia lo que algunos denominan eufemísticamente “colaboración público-privada”, porque donde se mueve una cantidad tan importante de dinero, lo que es indudable es que se presentan también oportunidades de negocio. Olvídense de la romántica imagen en la que un grupo de profesionales de la medicina y de la enfermería aúnan esfuerzos para hacerse cargo de la gestión de instituciones sanitarias, con los únicos fines de ejercer su trabajo en las mejores condiciones posibles y en beneficio último de los pacientes. ¿Saben ustedes quiénes están detrás de los grupos empresariales que gestionan los hospitales cuya gestión está actualmente privatizada en nuestro país? Según el artículo que publicó Luisa Lores el 8 de noviembre en nuevatribuna.es, y Guillermo Abril y Jaime Prats en EL PAÍS, el 6 de enero, gente como CVC, un fondo de capital riesgo británico con sede en Luxemburgo, o el fondo de inversión, también británico, Dogthy Hanson, o la sociedad Goodgrower, o el grupo BUPA International Health Insurance, la mayor compañía privada de asistencia sanitaria de Reino Unido, por no hablar de instituciones financieras como Caixa Catalana, la CAM y Bancaja / Bankia. Si exceptuamos a estas últimas, ninguno de ellos se caracteriza por meterse en negocios que pierden dinero. Lógicamente, como cualquier inversor, lo que buscan es obtener el mayor margen de beneficio posible, beneficio que para el Estado y los usuarios que lo pagan supondrá por supuesto un coste al que no tienen que hacer frente con el modelo público.
Como cualquier inversor,
las empresas de gestión
hospitalaria buscan el
mayor margen de beneficio
Lo que argumenta el Plan de Medidas de la Comunidad de Madrid es que el coste total de asistencia sanitaria en los hospitales con el modelo propuesto sería de 441 euros por habitante, frente al de los hospitales de gestión mixta, que es de 600 euros (700 euros en los de gestión directa). Pero ¿es posible este ahorro de coste, dentro del cual se incluye el beneficio de la empresa, sin que ello sea a costa de deteriorar significativamente tanto las condiciones laborales de los trabajadores sanitarios como las prestaciones a los pacientes? Es más, ¿de verdad saldrán al final esas cuentas? ¿O pasará lo mismo que con los hospitales construidos mediante colaboración público-privada? Según el informe de la Cámara de Cuentas de la propia Comunidad de Madrid, del 24 de septiembre de 2012, el Gobierno regional ha tenido que aprobar la entrega de más de seis millones de euros a las empresas concesionarias para evitar el riesgo de colapso financiero, y aún existen numerosos recursos contencioso-administrativos interpuestos por las mismas, reclamando distintas cantidades y pendientes de resolución judicial.
Todo lo anterior no significa que no haya que hacer nada para mantener nuestra sanidad al nivel que nos ofrece hoy. En este sentido, creo que lo más acertado sería profundizar en las líneas estratégicas acordadas por el Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud, del 18 de marzo de 2010: control del gasto farmacéutico (modificación del sistema de precios de referencia, rebaja de precios de medicamentos genéricos y fijación de precios máximos para medicamentos de síntomas menores), establecimiento de un procedimiento de compras agregadas para el conjunto del sistema, desarrollo de estrategias educativas, informativas y organizativas que ayuden a moderar la presión asistencial.
Lo que no resulta admisible es que, aprovechando de forma oportunista la crisis que sufrimos, y que ha puesto al descubierto las insuficiencias de un sistema tributario irracional y agujereado por el fraude, comience a desmantelarse un sistema sanitario que a nivel mundial se toma a menudo como modelo. Mientras aquí hacemos esto, Obama fichó al anterior Consejero de Sanidad del Gobierno Vasco para que le asesore en sus próximas reformas.
Juan Carlos Rodríguez Ibarra fue presidente de la Junta de Extremadura.
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